De la estanflación al
crecimiento sostenido: Diagnóstico, opciones estratégicas, y dilemas
macroeconómicos.
Daniel Oks *
La herencia macroeconómica del gobierno Kirchnerista
y el fin del viento de cola internacional agotó el espacio para políticas
anticíclicas. Independiente de la estrategia que persiga el próximo gobierno,
el desafío ineludible será el de generar condiciones para un nuevo proceso de
inversión y crecimiento. Una estrategia de crecimiento con equidad debe:
generar sustentabilidad fiscal, encarar medidas microeconómicas e
institucionales que creen condiciones para inversión de largo plazo, y abordar
políticas activas de protección social y de igualación de oportunidades a
través de políticas educativas, de salud, de seguridad y de vivienda. Se
consideran dos escenarios: uno de cambio radical y otro de cambio moderado y
gradual. Bajo la estrategia gradualista se minimiza el riesgo de corto plazo de
un salto inflacionario significativo y disrupción social pero tiene
consecuencias adversas para la inversión y la inflación en el mediano plazo. En
cambio, la estrategia de cambio radical la que ofrece mejores posibilidades de fomentar
la inversión y reducir la inflación en el mediano plazo. Bajo cualquier
escenario, el potencial de endeudamiento permitirá suavizar el impacto social
de la eliminación de distorsiones de precios relativos y ajuste fiscal.
1.
Diagnóstico - Agotamiento del ciclo
de consumo y del espacio para políticas anti-cíclicas expansivas.
La fiesta
del consumo inducido por excesos fiscales, atraso cambiario y tarifario y
aumentos de salarios por encima de la productividad conllevó a una fuerte
desaceleración de la inversión y el estancamiento económico con alta inflación (promedio
cercano al 30 % anual) en el período
2012-2015. El sostenimiento del
equilibrio macroeconómico con estanflación se logró a expensas de: el creciente
proteccionismo (cepo comercial) - que terminó perjudicando a la actividad
productiva por escasez de insumos intermedios y bienes de capital importados; el
racionamiento de divisas para remisión de utilidades y para inversiones
financieras mediante controles cambiarios (cepo financiero) con fuerte impacto
sobre la inversión extranjera, la construcción y la actividad inmobiliaria; una
política monetaria expansiva que se transmite rápidamente a inflación afectando
a los sectores más vulnerables; una tasa de devaluación del tipo de cambio
oficial por debajo de la inflación – que aumentó la demanda de activos
financieros en detrimento de la inversión y genera pérdida de competitividad de
los sectores productivos; y pérdida sistemática de reservas internacionales de
libre disponibilidad elevando el riesgo macro financiero.
El fin del
viento de cola para el principal sector generador de divisas (los precios de los
commodities agropecuarios cayeron mas del 30% en los últimos dos años) sumado a elevadas
retenciones a las exportaciones (35% para la soja), atraso cambiario (el tipo
de cambio real multilateral se apreció más de un 30% el último año) y el
estancamiento y devaluación de Brasil han provocado una fuerte recesión en el
sector industrial y en las economías regionales. Ello se vio reflejado en una
fuerte caída del
volumen de las exportaciones (10% en 2014). La política de tarifas bajas congeladas para la energía y el transporte,
además de contribuir con 5 puntos porcentuales del PBI a la brecha fiscal ha
contribuido a un atraso en el desarrollo de la matriz energética y un deterioro
del balance comercial energético. La inversión cayó 10% entre 2011 y 2014 mientras que el gasto público nacional
(excluyendo provincias y municipios) aumentó 3,3 puntos porcentuales del PBI
entre 2010 y 2014 - pasando de 14,8% del PBI en 2004 a 28,6% en 2014.
Debido
a la crisis internacional y recesión en 2009, la inflación cayó de niveles
cercanos al 25% en 2007-2008 a 15% en dicho año. Impulsado por políticas
expansivas que fomentaron el consumo, el PBI se recuperó fuertemente en 2010 y
2011. Hacia mediados de 2012, mientras la inflación seguía en aumento, la
economía comenzó un período de estancamiento poniendo en evidencia el fin de la
efectividad de las políticas anticíclicas expansivas; ello se explica por el
lado de la oferta por el bajo nivel de capacidad ociosa e inversión, y la
restricción de divisas (exacerbada por el cepo desde 2011), y por el lado de la
demanda, por el atraso cambiario, la caída de los precios de los commodities y
el estancamiento de Brasil.
Según
el índice que publica el Congreso la inflación ascendió a 23% en 2011, 25% en
2012 y 28% en 2013. La inflación aumentó fuertemente a principios
de 2014 tras una devaluación discreta del peso. La ausencia de un programa fiscal
consistente contribuyó a que en el curso del año se perdiera la ganancia de
competitividad cambiaria debido al aumento sostenido (aunque declinante) de los
precios. No obstante ello, la adopción de una política ortodoxa de restricción
monetaria tras la devaluación inicial de 2014 permitió que la inflación
anualizada descendiera a un nivel de alrededor de 25% hacia fines de 2014.
La
menor inflación junto con los aumentos de salarios y expansión fiscal
subsiguientes permitieron una recuperación parcial de los salarios reales
(alrededor del 4%) en Enero-Julio 2015. Este fenómeno es frecuente durante períodos electorales
y es el mismo tipo de política aplicado en el pasado (la fallida estabilización
de 1973-75, a fines de la década del 70 la Tablita Cambiaria, y el plan Austral
en 1985) en que el uso del tipo de cambio como ancla nominal permite mejorar
ingresos reales al costo de agudizar las distorsiones de precios relativos y
aumentar el endeudamiento.
El
impacto social del proceso estanflacionario fue nefasto. A pesar de políticas
activas con orientación social (adopción de la asignación y jubilación
universal) la pobreza aumentó de 24,7% en 2011 a 28,7% en Julio 2015 según el
Observatorio Social de la UCA. El desempleo dejó de descender debido al
estancamiento-caída del empleo privado compensado por el mayor empleo público. Medidas
desestacionalizadas del desempleo – manteniendo constante la tasa de
participación en el mercado laboral (que cayó debido al estancamiento) –
indican fuertes aumentos del desempleo a niveles cercanos al 10% durante los
últimos años. Asimismo, se observa a partir de 2011 una tendencia creciente de
la informalidad y una tendencia decreciente de los salarios reales en la medida
que los aumentos de salarios no alcanzaron a compensar los aumentos de precios
según la inflación del Congreso (con la excepción reciente de la primera mitad
de 2015). Entre Diciembre 2012 y Diciembre 2014 el Indice General de Salarios
según el MECON-INDEC subió 68,2% mientras que la inflación acumulada según el
IPC que recopila el Congreso aumentó 77,7%. Ello implica una caída del salario
real en 2013-14 de aproximadamente 5% - posiblemente exacerbada por la una
mayor carga tributaria sobre los salarios debido a la falta de ajuste por
inflación del mínimo no imponible y tramos de ingresos gravados.
Para revertir
las tendencias negativas en los indicadores de pobreza la Argentina debería
encarar una estrategia de inversión y crecimiento. Ello requiere un plan de
reordenamiento fiscal que restablezca la estabilidad macroeconómica, reducción de distorsiones de precios relativos
(acercándolos en el caso de las tarifas a niveles más cercanos a los costos de
producción), y en general políticas que mejoren el clima de negocios, aumenten
la competencia y la integración comercial. Dicho entorno será conducente a mejorar
la productividad a través de economías de escala y especialización eficientes.
La estabilidad de reglas de juego y procesos de integración financiera serán también
importantes para ayudar a financiar el desarrollo de la infraestructura física
y el capital humano. Todo ello debería ser complementado con políticas sociales
para atender en forma integrada los problemas de pobreza estructural lo que
requiere atacar el tema laboral, educativo, de salud, seguridad y vivienda en
forma coordinada.
2.
Elementos de una estrategia de crecimiento
con equidad.
Alcanzar
una senda de crecimiento con equidad requiere: condiciones externas favorables,
un proceso de ordenamiento fiscal que mejore la previsibilidad macroeconómica, y
la adopción de políticas estructurales que incentiven la inversión de largo
plazo (reglas de juego claras, eliminación de distorsiones de precios
relativos, procesos de integración comercial y financiera) y que mejoren la
igualdad de oportunidades y la red de protección social.
En la coyuntura
actual, el eje central de una mejora en las condiciones de inversión pasa por
la estrategia de normalización fiscal tras un monumental aumento del gasto
público financiado en forma creciente a través de fuentes no genuinas como el
impuesto inflacionario y (más recientemente) el endeduamiento doméstico.
Entre las
posibles fuentes de ahorro fiscal están: i) la reducción de subsidios a los
productores de energía y transporte (aproximadamente 5% del PBI) - que deberían
ser sustituidos por aumentos de tarifas y compensaciones a los sectores más
vulnerables mediante subsidios directos al consumo o tarifas sociales; ii) sustitución
de inversión pública por inversión privada mediante marcos regulatorios y
tarifarios pro mercado en los sectores de infraestructura que frenan el
crecimiento (logística, energía); iii) mejoras en la eficiencia del gasto,
incluyendo reducciones de las fuentes de corrupción (obra pública), eliminación
de regímenes de promoción fiscal (Tierra del Fuego cuesta cerca de 0,5% del PBI
en exenciones arancelarias y tributarias), racionalización y mejoras de
gobierno corporativo en empresas del estado (Aerolíneas Argentinas); iv) revisión
de la edad de retiro de las pensiones en función de la longevidad y capacidad
laboral; v) reducción del costo financiero del gobierno vía renegociación con
los holdouts, mejora del acceso al
financiamiento de organismos internacionales para los proyectos de
infraestructura, y la eliminación del cepo cambiario; y vi) en el mediano
plazo, redimensionamiento del sector público mediante un plan para reducir el
empleo público y mejorar la calidad y eficiencia del servicio civil. La reducción del déficit fiscal contribuirá a
reducir el más regresivo de los impuestos – el impuesto inflacionario.
La reforma
fiscales deben incluir también una profunda reforma tributaria que permita
alcanzar objetivos de equidad, inversión, eficiencia en la asignación de
recursos y efectividad en la recaudación. El ajuste de los mínimos no
imponibles y los intervalos de ingresos gravados en función de la inflación
contribuiría a recuperar la progresividad del impuesto a las ganancias. El ajuste por inflación en los balances de
las empresas es central para la recuperación de la inversión que actualmente
está ampliamente castigada por la licuación de las amortizaciones por el
proceso inflacionario. Impuestos distorsivos como las retenciones a las
exportaciones deben ser reducidos y-o eliminados a la luz de permitir el mayor
desarrollo de los sectores más competitivos mejorando así la capacidad de
generar divisas del país para poder acompañar un proceso de crecimiento e
inversión. La reducción de alícuotas de los impuestos directos (al trabajo y a
las ganancias) mejoría la participación y oferta laboral y reduciría
desincentivos a la inversión. Algunas medidas que a priori parecen populistas -
reducción de alícuotas de impuestos a los ingresos y al valor agregado - al
reducir los incentivos a la evasión y elusión de impuestos podrían de hecho
aumentar la recaudación y mejorar la equidad al contribuir a reducir la
informalidad. Otros impuestos distorsivos como el impuesto al cheque también
deben ser gradualmente eliminados al restringir el desarrollo del sistema
financiero y la formalización de la economía. Un regimen simplificado y con
carga tributaria reducida para las PYMES (reducción de Ingresos Brutos,
Impuesto a las Ganancias y cargas laborales) ayudarán a estimular la inversión
en innovación y generación de empleo de un sector con enorme potencial de
aumento de productividad y empleo. Otras reformas impositivas contribuirán
directamente a mejorar la recaudación: el impuesto sobre las rentas financieras
exentas (ganancias de capital de empresas que cotizan en la Bolsa); nuevos
avances en materia de acuerdos de intercambio de información y las continuas mejoras
en los sistemas de información de la AFIP.
El régimen
de coparticipación de impuestos es un emparche histórico que fue perdiendo
racionalidad frente a necesidades coyunturales y oportunismos políticos. El
mismo debería ser repensado teniendo en cuenta la eficiencia del gasto y
recaudación a nivel local así como a principios de equidad regional. Por
ejemplo, existen rubros del gasto público que naturalmente deben descentralizarse
teniendo en cuenta la eficiencia en la provisión local (servicios sociales,
seguridad, infraestructura urbana); el gasto en salud y educación, al impactar
sobre factores móbiles, debería ser provisto por el Estado Nacional compensando
a las provincias que no tengan presupuesto suficiente para proveerla – contribuyendo
así a la igualdad de oportunidades a nivel regional. Hay inversiones en bienes públicos nacionales
(seguridad nacional, justicia, e infraestructura en general) que deben ser
provistos por el Estado Nacional.
En cuanto a las políticas estructurales que contribuirán a estimular la inversión y aumentar la eficiencia y productividad de la economía se pueden considerar las siguientes: i) profundización de las políticas de investigación y tecnología del Ministerio de Ciencia y Tecnología estimulando la interfaz empresa privada con la investigación institucional; ii) normalización del Instituto de Estadísticas (INDEC) creando información confiable para la toma racional de decisiones; iii) promoción de la integración comercial con el resto del mundo mediante la desarticulación de medidas proteccionistas y promoción de nuevos acuerdos comerciales con bloques regionales más allá del Mercosur; y iv) desarrollo de una estrategia de reformas de los mercados de capitales (Argentina tiene uno de los niveles de intermediación financiera más bajos de la región) que apunten a la profundización de los mercados mediante mayor transparencia y protección de inversores pequeños, mayor integración regional y global, y mayor promoción del financiamiento del capital de riesgo y de PYMES. La eliminación del cepo, un acuerdo con los holdouts y el acceso al financiamiento multilateral se entroncarían eficientemente con las políticas aquí descriptas.
Resulta asimismo imperativo
consolidar y profundizar las mejoras sociales alcanzadas durante la última década
permitiendo la institucionaliación de los derechos adquiridos en un marco de
eficiencia en la asignación. Ello involucra evaluar los desincentivos a la
participación y formalidad laboral que el sistema de jubilación universal puede
implicar así como mejorar el foco social en la asignación de algunos servicios
de cobertura - planes sociales y la
asignación universal. También es necesario un abordaje integral de la pobreza
estructural condicionando subsidios a compromisos educativos, de salud,
programas de reinserción laboral, programas activos de reeducación en función
de las nuevas demandas del mercado, reducción de la informalidad y
documentación. A su vez los programas de
inversión en infraestructura social hospitalaria, agua y cloacas (en estos dos
casos la Argentina aún muestra un significativo atraso) debe recibir un mayor
impulso y contar para ello con financiamiento multilateral. Más allá de la
dimension social de estas reformas, las mismas son necesarias para el desarrollo
del capital humano que es el factor crítico para sostener el crecimiento en el
largo plazo.
El potencial
de reactivar la inversión con estas estrategias y el relativamente bajo nivel
de endeudamiento inicial permitirán suavizar el impacto macroeconómico y social
de los ajustes fiscales y de precios relativos. El contexto internacional
adverso obligará a una mayor flexibilidad cambiaria y políticas de integración
comercial y financiera más activas.
3.
Dilemas macroeconómicos – Shock vs.
Gradualismo.
Descartando
como poco probable el escenario de que nada cambie –el estancamiento crónico
con inflación elevada no es sostenible política ni socialmente – existen dos
escenarios básicos probables con un denominador
común de cambio basado en la necesidad de generar un nuevo ciclo de inversión y
crecimiento. Para ello se debe intentar corregir desequilibrios macroeconómicos
y promover mejoras institucionales y reformas estructurales tendientes a
incentivar la inversión.
Bajo una estrategia
de cambio radical las políticas apuntarán a corregir los desequilibrios en
forma rápida o de shock y se focalizarán en mejorar el clima de inversión bajo
reformas pro mercado a través de: rápida eliminación de distorsiones de precios
relativos (tarifas, tipo de cambio, precios controlados); medidas que apunten
en forma rápida al balance fiscal; aumento de la integración comercial y
financiera; marcos regulatorios de infraestructura, minería y agricultura
pro-competencia; y reformas institucionales para mejorar la transparencia y
eficiencia del Estado. Bajo una estrategia de cambio moderado, los cambios de
precios relativos y medidas fiscales serán más graduales y, mientras el foco
también estará puesto en recuperar el espacio para la inversión, el mismo estará
caracterizado por un estado más intervencionista y relativamente más cerrado al
comercio internacional y con menor acceso a los mercados financieros
internacionales. Esta nota pretende abordar los pros y contras de estos
escenarios alternativos sin por ello pretender asignar a ninguno de los
candidatos políticos la elección de una u otra estrategia.
Estrategia de Cambio Radical. Si bien el objetivo final es la
eliminación del cepo y su reemplazo por un sistema de tipo de cambio único de flotación
administrada, es probable que transicionalmente (3 a 6 meses) se adopte un
esquema de tipo de cambio dual (de flotación administrada). Bajo el mismo se
procederá a un rápido levantamiento de las restricciones al comercio exterior (el
cepo comercial) con un ajuste del tipo de cambio comercial que el mercado podría ubicar en el rango de 30%-40% y un
levantamiento más gradual de las restricciones a los movimientos de capitales -
evitando de ese modo que la brecha del tipo de cambio financiero se dispare
antes que se pueda capitalizar los beneficios de las reformas que atraigan
capitales. El levantamiento brusco de
las restricciones de movimientos de capitales no es aconsejable debido a la
incertidumbre inicial, el bajo nivel de reservas de libre disponibilidad, la
acumulación de dividendos no girados y deuda por importaciones no pagadas. El acceso al
financiamiento externo podría ayudar a aclerar los plazos mencionados; pero dados
los plazos razonables para una negociación exitosa con los holdouts y un contexto internacional adverso, resulta improbable el
acceso temprano o rápido a dicho financiamiento.
El
levantamiento del cepo debe ir acompañado de un conjunto de medidas de orden
fiscal y monetario para reemplazar el ancla cambiaria por un ancla fiscal y
monetario siendo lo más importante las señales creíbles en cuanto a las
reformas que la aplicación inmediata de medidas drásticas. El levantamiento
gradual de las restricciones a la mobilidad de capitales durante el primer año
de gobierno permitirá reducir la volatilidad cambiaria inicial comprando tiempo
para la aplicación de políticas de estabilización y reforma las que a su vez
contribuirán a aumentar la oferta de divisas.
La
reducción de subsidios a las empresas de infraestructura (principalmente de
energía) bajo este escenario, cuya contrapartida es que las tarifas estarán más
cercanas a sus costos de producción, puede demorar de 1 a 2 años generando
importantes ahorros fiscales (aproximadamente 3 puntos del PBI). Los subsidios
a la energía representan casi dos tercios del total de subsidios – estos
últimos representan 4,8% del PBI. Para evitar el fuerte impacto social sobre
los sectores más vulnerables (que absorben menos de un tercio de los subsidios
totales - según un estudio reciente de CIPPEC) se propone en cualquier caso la
adopción de una tarifa social. Según este mismo estudio el impacto de una
política de shock con tarifa social puede implicar un aumento en la pobreza de
aproximadamente 0,46% frente a un aumento de 0,31% bajo una política
gradualista – y un aumento de 1,83% con una política de shock sin tarifa
social.
La
corrección cambiaria y tarifaria implicará un salto inicial en los índices de
precios – según el estudio de CIPPEC el ajuste de tarifas de tipo shock con
tarifa social puede elevar la inflación 2,4% - pero en la medida que las
políticas fiscales y monetarias sean consistentes el aumento de la tasa de
inflación será sólo temporario. Dada la estrategia de reducción del déficit
fiscal y financiamiento no inflacionario en los mercados, la meta es que la inflación
eventualmente caiga por debajo del nivel inicial lo que a su vez implica una
caída del altamente regresivo impuesto inflacionario. Con una base monetaria de
aproximadamente 10% del PBI, una reducción de la inflación de 10 puntos
porcentuales el 1er año implicaría una reducción del impuesto inflacionario de
aproximadamente 1% del PBI; ello contribuirá a compensar el impacto negativo sobre los ingresos
disponibles del ajuste de tarifas en amplios sectores de la población.
La
eliminación del cepo comercial conllevará un tipo de cambio más competitivo con
impacto favorable sobre la actividad económica y en particular las economías
regionales y la actividad industrial. Ello a su vez contribuirá a mejorar la
capacidad de generar divisas que actualmente funciona como un gran freno para
toda la economía (por la escasez de oferta de insumos importados). La simultánea reducción de retenciones a las
exportaciones agropecuarias contribuirá aún más a mejorar el potencial
exportador suavizando la magnitud del ajuste cambiario necesario – en ese
sentido la estrategia radical implica un ajuste cambiario menos radical. La
reducción de retenciones tendrá un costo fiscal (estimativamente 2% del PBI) que
neutralizará parcialemente el ahorro fiscal por reducción de subsidios y por
dicha razón la velocidad de reducción de retenciones debe ser sincronizada con
la política de reducción de subsidios.
Por otro
lado hará falta un esfuerzo deliberado y rápido para mejorar el clima de
inversión a través de reformas microeconómicas e institucionales (marcos
regulatorios pro mercado para infraestructura y minería, racionalización del
estado, integración comercial y financiera, autonomía del INDEC y BCRA). La credibilidad que genere el programa será
crítica para el influjo de capitales privados y la inversión lo que a su vez
puede morigerar sustancialmente la depreciación real del peso y la unificación
cambiaria; nuevamente la estrategia radical implica ajustes menos radicales.
La creación
de un espacio fiscal (reducción de subsidios, corrupción, sustitución de inversión
pública por privada, acceso a mercados de capitales, eliminación de desgravaciones
regionales) será crucial para aumentar la previsibilidad macroeconómica y la
credibilidad del programa de gobierno. También de ello depende que se logre evitar
que la inflación se dispare y, en una etapa posterior, que se genere una apreciación
real del tipo de cambio por influjo de capitales (dutch disease). La mayor inversión e ingreso de capitales ayudarán a compensar eventualmente
el impacto potencialmente contractivo del reordenamiento fiscal. La eventual unificación cambiaria
bajo tipo de cambio flotante contribuirá a restablecer la efectividad de la
política monetaria y eliminar las distorsiones que implican los tipos de cambio
duales lo que a su vez facilitará una reducción más rápida de la inflación.
El
principal riesgo de este escenario es que los ajustes bruscos de precios
relativos – si bien son los que más rápido alinean los incentivos a la
inversión y la liquidación de divisas – generen desajustes en los ingresos que
pueden no ser rápidamente compensados por mejoras en la competitividad y la
inversión o bien, para los sectores más vulnerables, por la tarifa social y el
menor impuesto inflacionario. Así la coordinación y ajuste fino de las
políticas macroeconómicas y microeconómicas bajo este escenario cnstituye un
gran desafío.
Estrategia de cambio gradual. Las principales diferencias de este
escenario en relación al anterior surgen del mayor gradualismo en la aplicación
de las políticas, de un mayor grado de intervencionismo estatal (participación
del Estado en actividades productivas), y de un mayor proteccionismo comercial
y más lenta integración financiera. El gradualismo se debe al temor a una
estampida inflacionaria y efectos regresivos de los ajustes originados en: la
reducción de retenciones a las exportaciones (que hace subir el precio
doméstico de los productos agrícolas); los aumentos de tarifas; y el salto del tipo
de cambio tras la eliminación de las restricciones proteccionistas que implica
el cepo. Bajo este escenario existe mayor desconfianza en el rol del mercado en
la reasignación de factores tras el realineamiento de precios relativos de
infraestructura, comercio exterior y cambiario. También existe la visión que no
es políticamente deseable en el corto plazo reemplazar el ancla cambiaria y
tarifaria con un ancla fiscal y monetaria severa. Igualmente, una renegociación
con los holdouts – crítica para
reganar el acceso al financiamiento externo – más lenta implica plazos más
lagos para la flexibilización y-o ajuste cambiario. Las desventajas de esta
visión son una respuesta más lenta de la inversión, la oferta y en particular de
la actividad del sector industrial y las exportaciones agropecuarias – así como
una recuperación más lenta del balance comercial energético.
El ajuste
más gradual de tarifas implicará una disminución gradual de subsidios.
Probablemente se afecten principalmente las tarifas-subsidios de energía. Ello permitirá
atenuar el impacto social en el area geográfica donde los subsidios están más
concentrados que es el Area Metropolitana de Buenos Aires (así como en la
Patagonia y el resto de la provincia de Buenos Aires). La contracara de ésto es
un aumento más lento de la inversión privada en dichos sectores de
infraestructura (y en los sectores donde dicha infraestructura opera como una
restricción a la inversión) y una disminución del gasto público más gradual. El
salto inicial de inflación será por tales motivos menor inicialmente pero a la vez la caída posterior de inflación será (debido
a una situación fiscal más débil) también más gradual. En síntesis, bajo este
escenario se puede esperar un menor salto inflacionario inicial pero inflación
más elevada en el mediano plazo. El impacto social también será menor pero al
mismo tiempo la reducción del impuesto inflacionario (que afecta más a los
sectores sin acceso al sistema financiero) será también menor.
Bajo este
escenario las retenciones a las exportaciones agropecuarias también se reducirán
más gradualmente; ello implica por un lado menores aumentos de precios de los
productos agropecuarios en el corto plazo y – en la medida que esta estrategia
impactará más negativamente sobre el sector agropecuario – precios más elevados
en el mediano plazo debido a una menor inversión y oferta del sector
agropecuario. Nuevamente, ello implica menos inflación en el corto plazo y más
inflación en el mediano plazo.
Desde el
punto de vista fiscal, el mayor gradualismo en subsidios (menor ahorro fiscal)
se compensará aproximadamante con el mayor gradualismo en retenciones (mayor
ahorro fiscal). En cualquier caso el potencial de endeudamiento permitirá
suavizar el proceso de ajuste fiscal; y si bien en este escenario el potencial
de endeudamiento es menor, es probable que se intente depender más del crédito
externo con tal de evitar el ajuste fiscal que es visto como políticamente
menos atractivo.
En general
la respuesta de la inversión privada en este escenario será más lenta debido a:
menos incentivos a invertir en los sectores agropecuario y energético debido a
ajustes más pequeños de retenciones y tarifas (y de bienes transables en
general debido a una menor devaluación del peso); menos inversión privada en
infraestructura en general debido a marcos regulatorios menos pro-competitivos;
y mayor protección comercial. Asimismo,
signado por un mayor rol del Estado, las reglas de juego para la inversión
extranjera será menos favorable.
En resúmen,
el escenario de cambio moderado genera menos riesgo de un salto inflacionario inicial
- y de la disrupción social asociada – pero a la vez presenta mayores
dificultades para controlar o reducir la inflación en el mediano plazo junto
con una menor respuesta de la inversión y la oferta de bienes y servicios en
general.
Finalmente
cabe considerar el desempeño de ambas estrategias en función de la evolución
del contexto internacional.
El contexto internacional. Términos de intercambio declinantes, la suba
internacional del dólar, aumentos de tasas de interés en EEUU, estancamiento y devaluación
de Brasil, y desaceleración China (que impacta negativamente en el precio de
nuestros commodities) generarán
condiciones externas adversas para la región y en particular para la Argentina
en el corto plazo. En general este contexto dificultará la recuperación de un
proceso de inversión y crecimiento.
El contexto
internacional en general implica presión cambiaria sobre los tipos de cambio de
los países emergentes – sobre todo de los productores de commodities. En este contexto, las estrategias que más faciliten el
sinceramiento cambiario estarán mejor posicionados para confrontar el contexto
internacional – el escenario de cambio radical. También el fuerte impacto que el estancamiento
de Brasil tiene sobre la economía Argentina implica que la estrategia que tenga
mayor vocación de integración al resto del mundo tendrá mejores oportunidades.
Varios países de la región están mejor posicionados para compensar el shock
negativo del contexto internacional con mejoras de acceso y ganancias de
eficiencia mediante estrategias comerciales de integración. Por ejemplo: Chile, Perú, Colombia y Méjico - bajo el
reciente acuerdo de libre comercio del Pacífico; Uruguay y Brasil en sus
aspiraciones por un acuerdo de libre comercio del Mercosur con la Unión Europea;
y Chile que mantiene acuerdos de libre comercio con casi todos sus socios
comerciales.
Por ello,
si bien en el corto plazo el mayor proteccionismo del escenario moderado puede
reportar beneficios al limitar los efectos de la recesión y devaluación en
Brasil y la desaceleración del comercio mundial, en el mediano plazo el
escenario de mayor apertura comercial - escenario de cambio radical - se
presenta como el más favorable al permitir mayor apertura de mercados y mejores
oportunidades de aumento de eficiencia productiva.
En ambos
escenarios es probable que se avance exitosamente en la negociación con los holdouts – mejorando así las
posibilidades de financiamiento del gobierno y los privados - y que mejore el
acceso al crédito multilateral de largo plazo para financiar obras de
infraestructura que han quedado relegadas. Sin embargo, bajo el escenario de
cambio radical, tal vez una negociación más rápida permita capitalizar mejor el
acceso a los mercados financieros internacionales aún bajo un escenario global
más adverso.
· El autor es Doctor en Economía de la Universidad de Oxford. Fue Gerente del BCRA y Economista
Lider para Uruguay y Chile del Banco Mundial.