domingo, 29 de mayo de 2016

Desinflación: l rol de la defensa de la competencia y la coordinación de expectativas.



El gobierno propuso un programa de reducción de inflación basado en una contracción rápida de la emisión monetaria (de 40% a 20% interanual el primer año) y una transición hacia un regimen de metas de inflación a partir de Septiembre (una vez que esté operativo el Nuevo Índice de Precios del INDEC). El programa está acompañado de un plan gradual de reducción de desequilibrios fiscales e importantes correcciones de precios relativos incluyendo tarifas y tipo de cambio tras la eliminación del cepo al mercado cambiario.

Durante los primeros meses del programa, los cambios de precios relativos han conllevado importantes saltos de los índices de precios. Ante los aumentos de tarifas y tipo de cambio los demás precios parecen haber subido más allá de lo que la incidencia en el costo de los aumentos iniciales hubiera permitido suponer. Ello en conjunción con la restricción monetaria ha conducido a una contracción económica en los primeros meses de 2016. Esto es atribuible a la incertidumbre que genera la política monetaria y el proceso de búsqueda de un nuevo conjunto de precios relativos de equilibrio. El proceso de búsqueda de dichos precios relativos de equilibrio se ve afectado por al menos 3 factores: i) la inflexibilidad descendente de precios y salarios nominales (cuestiones institucionales e ideosincráticas); ii) asimetrías de expectativas respecto a la política monetaria y fiscal (por ejemplo, si se convalidarán o no los aumentos de precios con mayor emission, o si la política fiscal sera consistente con la política monetaria); y iii) la posición  dominante o regulada de sectores no expuestos (al menos en el corto plazo) a la competencia de las importaciones – por ejemplo, cadenas de supermercados (que tienen posición dominante en la distribución y comercialización), usinas lácteas, laboratorios medicinales, empresas siderúrgicas, las empresas electrónicas en Tierra del Fuego (altamente protegidas) y las empresas de energía y combustibles entre otros. 

La inflexibilidad descendente de los precios implica que los ajustes de precios relativos debe necesariamente conducer a un proceso de aumento del nivel general de precios (ello sin embargo no implica inflación en la medida que la inflación es un proceso de aumentos de precios recurrente).  La heterogeneidad de expectativas sobre el curso de la política monetaria es crítica pues implica que algunas empresas o sectores aumentarán sus precios más que otros por motivos ajenos al sector. Por ejemplo, si las empresas esperan una expansion monetaria mayor a la que el banco central planea, aumentarán sus precios en exceso. Al no estar convalidados dichos aumentos por la autoridad monetaria, los empresas no logran vender lo planeado y terminan aumentando inventarios, aumentando la capacidad ociosa y despidiendo personal. Los sindicatos a su vez demandan ajustes salariales conmensurables con los aumentos de precios elevando potencialmente el desempleo. La consecuencia es un aumento inicial de la inflación seguida de recesión y desempleo.

El tercer factor que alimenta la incertidumbre en el proceso de búsqueda de los nuevos precios relativos de equilibrio es la estructura de los mercados. Los sectores donde hay más competencia se disciplinan rápido y terminan acomodando sus precios relativos rápido. Ante la incertidumbre, estos no tardan en corregir sus ajustes excesivos de precios al comprobar que la demanda esperada no se materializa – la alternativa es quedar fuera del mercado. La prudencia lleva a estas empresas a no sobre ajustar por temor a ser desplazados por la competencia. En cambio los sectores oligopólicos, que tienen la capacidad de fijar precios pueden evitar el error de quedar afuera del mercado. A lo sumo, si el precio que fijan es muy alto perderán ventas pero no sucumben ante la competencia - dada su posición dominante. En el extremo si enfrentan demandas altamente inelásticas su oferta puede no variar mucho. Mientras persiste la incertidumbre, las empresas oligopólicas pueden mejorar su precio relative frente a las empresas de mercados con mayor competencia.  En la medida que haya bienes sustitutivos entre ambas, los consumidores reducirán su incertidumbre comprando a la empresa oligopólica pues el precio a que vende es más cierto o seguro.  Así, el proceso de búsqueda de nuevos precios relativos de equilibrio permite mayor discrecionalidad a los sectores concentrados lo que a su vez rigidiza el proceso desinflacionario. Similarmente, los sindicatos fuertes verán sus salarios mejorar en relación a los salarios de sectores con menores niveles de sindicalización o con mayor competencia de informales – en este caso los trabajadores no sindicalizados generan más competencia y los sindicatos en dichos sectores disminuyen sus demandas para reducir el riesgo que sus afiliados pierdan el trabajo.

Qué puede hacer el gobierno?

La inflexibilidad descendente de los precios nominales es difícil de influenciar pero el gobierno puede contribuir a ello exacerbando la flexibilidad del tipo de cambio o ligando el naturalmente flexible precio internacional de los commodities con los precios domésticos regulados que tienen un alto component de dichos precios (por ejemplo combustibles). Dicho comportamiento flexible de los precios puede ayudar a disminuir la fals percepción de que los precios nominales no pueden descender. Similarmente se podrían eliminar restricciones institucionales a la flexibilidad descendente de salarios nominales y tarifas.

La asimetría de expectativas respecto a la política monetaria es un factor común en todos los procesos desinflacionarios. Ahí el rol del gobierno es coordinar expectativas para lo cual primero debe establecer credibilidad de su propia política. Ello requiere por lo general un proceso transparente de reducción de emisión monetaria avalado por un programa fiscal que limite las demandas de emisión para financiar al gobierno. Este programa se debe comunicar a empresas y sindicatos indicando la secuencia de desinflación y contracción de la expansion monetaria prevista. Los problemas de credibilidad pueden provenir de una mala comunicación o de la mala reputación del banco central o de la consistencia de la política monetaria con la política fiscal. El éxito del programa depende de que empresas y sindicatos incorporen esas pautas en su política de precios  salarios. Para ello serían útiles políticas de concertación que condicionen algunas políticas de promoción a la coordinación de expectativas y revision de precios y salarios basados en dichas pautas macroeconómicas.  

El rol del gobierno como autoridad de defensa de la competencia debería intensificarse en el contexto de procesos desinflacionarios. Para ello debería perseguir una política más activa de identificación de conductas monopólicas y de regulación de dichos sectores ante cambios radicales de precios relativos. Ello puede involucrar: obtención de indicadores de concentración en forma sistemática a través de las cámaras empresariales, la AFIP y los entes reguladores; presentación de información contable relevante más frecuente; apertura selectiva de la importación más rápida de sectores que abusan su posición de mercado.

En síntesis, un programa creíble de reducción de inflación en combinación con una política anti-monopólica debería permitir desinflación sin recesión. Si empresas, trabajadores y gobierno coordinan sus expectativas sobre inflación y acuerdan revisiones de precios y salarios consistente con dicha meta sería posible acomodar cambios de precios relativos y una transición no recesiva hacia una meta más baja de inflación. Para coordinar expectativas entre empresarios y gobierno el banco central podría preanunciar su tasa de emisión y la Secretaría de Hacienda anunciar un plan creíble de ajuste fiscal  a mediano plazo consistente con dicha meta. Si el plan fiscal no es convincente el programa monetario tampoco lo será. Es fundamental también asegurar la coordinación y-o sincronización de expectativas entre todos os demás sectores. Para ello el Gobierno podría gestionar compromisos tanto con sindicatos como con empresarios para repartir el esfuerzo o sacrificio que cada uno debe hacer para alcanzar la nueva meta de inflación. En particular la defensa de la competencia – si bien es una política estructural más que coyuntural – debería ser aplicada con particular rigor con penalidades regulatorias tal como se aplicarían en casos normales de posición dominante.



     

domingo, 8 de mayo de 2016

Desinflación, ajuste fiscal y coordinación de expectativas.

El gobierno propone un programa de reducción de inflación basado en una reducción rápida de la emisión monetaria (aproximadamente de 40% a 20%) y una transición hacia un regimen de metas de inflación a partir de Septiembre (una vez que esté operativo el Nuevo Índice de Precios del INDEC). El programa está acompañado de un plan gradual de reducción de desequilibrios fiscales e importantes correcciones de precios relativos incluyendo tarifas y tipo de cambio tras la eliminación del cepo.

Durante los primeros meses del programa, los cambios de precios relativos han conllevado importantes saltos de la inflación mensual. Ante los aumentos de tarifas y tipo de cambio los demás precios no sólo no descendieron (lo que debería haber ocurrido para una cantidad fija de dinero circulando) sino que subieron – a menudo más allá de la incidencia en el costo de los precios que inicialmente se ajustaron. Dicho comportamiento fue alentado por expectativas de que la autoridad monetaria iba a convalidar los aumentos con mayor emisión, cosa que no ocurrió finalmente. Los aumentos de precios fueron particularmente fuertes en sectores con estructuras oligopólicas capaces de fijar aumentos de precios en base a sus posiciones dominantes.

Al no convalidar la expansion monetaria los aumentos de precios, los empresas no lograron vender lo planeado y terminaron aumentando inventarios y despidiendo personal. Los sindicalistas observaron los ajustes de precios y demandan ajustes salariales conmensurables – en la medida que los salarios aumentan, reducen aún más la demanda de trabajo y sube el desempleo. La consecuencia – además de una inflación elevada – es la caída de ingresos reales (en la carrera de precios y salarios los precios suelen ir más rápido, y los sectores atomizados a expensas de los sectores oligopólicos) y recesión.

Dejando de lado situaciones monopólicas, el principal factor causal de esta situación es la ‘’asimetría de expectativas de inflación-emisión”entre empresarios, sindicalistas y el gobierno. Los empresarios no le creen al gobierno que el déficit fiscal y la emisión monetaria se contraerán y entonces remarcan precios pensando que  los mismos serán acomodados por la política monetaria. Eso deja fuera del mercado a empresas y trabajadores. ¿A qué se debe la asimetría de expectativas?

El gobierno tiene una triple responsabilidad. Primero, por no comunicar a empresas y sindicatos en forma creíble la secuencia de desinflación y contracción de la expansion monetaria prevista. Los problemas de credibilidad pueden provenir de una mala comunicación o una herencia muy pesada (mala reputación) de un banco central que casi sistemáticamente ha emitido en exceso y por encima de la pauta de inflación. Segundo, por la potencial inconsistencia entre la política fiscal y monetaria. Una pauta de inflación descendente debe ir acompañada de una política fiscal que vaya reduciendo las necesidades de financiamiento del Tesoro. De otro modo, el banco central debe absorber liquidez emitiendo deuda que tiende a crecer explosivamente con la acumulación de intereses. Y tercero, por no perseguir activamente una política anti-monopolio en defensa de la competencia y el bienestar de los consumidores – particularmente en una fase donde la incertidumbre de precios puede llevar a confusion entre ajustes por traslado de aumento de costos con abuso de posición monopólica.


Un programa creíble de reducción de inflación en combinación con una política anti-monopólica debería permitir desinflación sin recesión. Si empresas, trabajadores y gobierno coordinan sus expectativas sobre inflación y acuerdan revisiones de precios y salarios consistente con dicha meta sería posible acomodar cambios de precios relativos y una transición no recesiva hacia una meta más baja de inflación. Para coordinar expectativas entre empresarios y gobierno el banco central debería preanunciar su tasa de emisión y la Secretaría de Hacienda debería anunciar un plan creíble de ajuste fiscal consistente con dicha meta. Si el plan fiscal no es convincente el programa monetario tampoco lo sera. Es fundamental también asegurar la coordinación y-o sincronización de expectativas entre los demás sectores. Para ello el Gobierno podría gestionar compromisos tanto con sindicatos como con empresarios para repartir el esfuerzo o sacrificio que cada uno debe hacer para alcanzar la nueva meta de inflación. En particular la defensa de la competencia – si bien es una política estructural más que coyuntural – debería ser aplicada con particular rigor con penalidades regulatorias tal como se aplicarían en casos normales de posición dominante.