El costo del gradualismo
fiscal para el crecimiento.
Daniel Oks
El gradualismo fiscal – que implica en el corto plazo
mantener una política fiscal expansiva - tiene un costo en términos de atraso
cambiario; ello afecta la negativamente la demanda de bienes transables
producidos localmente y por ende el proceso de recuperación económica. Por
supuesto que el crecimiento económico depende – además - de muchos otros
factores: el costo impositivo, el costo logístico, el costo laboral no salarial, el costo financiero, el costo
administrativo del Estado, la incertidumbre regulatoria, etc. Las iniciativas
en estos ámbitos son necesarias para generar un clima de negocios propicio para
la inversión y la competitividad. El problema es que el atraso cambiario no ayuda
a generar un ambiente propicio para la introducción de dichas reformas.
El gradualismo fiscal implica mantener durante 3 años
(2016-18) un déficit fiscal primario promedio cercano a 4% del PBI (con
reducciones anuales cercanas al 1% del PBI); sumándole la carga de servicio de
la deuda y déficit de las provincias arroja un déficit fiscal consolidado cercano
a 7% del PBI. La mayor parte de dicho déficit se financia con deuda en dólares
en el exterior. El ingreso de divisas correspondiente, al convertirse en su
mayor parte a pesos genera presión de apreciación del peso. A su vez el BCRA se
ve obligado a absorber liquidez resultante para cumplir con sus metas de
inflación. Esta sustitución de dinero por bonos es la principal fuente del
creciente déficit cuasi-fiscal del BCRA.
Esta política también permite mantener una tasa de interés real positiva
(tasa nominal por encima de la inflación esperada) – el instrumento elegido para
alcanzar las metas de inflación – lo que a su vez retroalimenta el ingreso de
capitales financieros y la apreciación del peso.
El BCRA fija las tasas de interés de los instrumentos de
esterilización (Lebacs) en función de las expectativas inflacionarias. Dado que
las expectativas inflacionarias están condicionadas tanto por la política
monetaria como la fiscal, el gradualismo fiscal – sobre todo si es poco creíble
– lentifica el proceso de reducción de tasas de interés nominales. Dichas tasas
en conjunción con la expectativa de apreciación del peso por los factores
arriba descritos es un factor de atracción para capitales financieros
financieros.
Una política fiscal de tipo shock permitiría a la vez
reducir la demanda de financiamiento externo – un exceso de demanda de divisas
con presión devaluatoria del peso – y una caía de la tasa de interés nominal
por la vía de menores expectativas inflacionarias. La menor tasas de interés y
el aumento del valor del dólar generan ambas un aumento en la demanda de bienes
domésticos con impacto reactivador capaz de compensar la menor demanda de
bienes domésticos inducidos por la contracción del gasto público.
En resumen, dada la política monetaria de metas de inflación
ambiciosas, un régimen de mayor austeridad fiscal sería menos recesivo que el
actual régimen de gradualismo fiscal. El gobierno debería repensar su
estrategia fiscal y monetaria teniendo en cuenta estas consideraciones.
Claramente la restricciones políticas tienden a imposibilitar la concreción de
un ajuste fiscal de tipo shock. Sin embargo, una mejor comprensión de los
procesos de desinflación podría hacer que selectivamente el sector público
consolidado proteja aquellas partidas de mayor impacto social y evalúe seriamente
afectar otras cuyos efectos sociales puedan ser compensados mas rápido por la recuperación
de la actividad privada – debido a mejoras de competitividad cambiaria y
menores tasas de interés. Algunos de
los importantes programas de inversión pública podrían ser realizados por
inversión privada quitándole presión al gasto público. A su vez la reducción de los subsidios
que todavía benefician a los sectores menos vulnerables del país podrían
acelerarse. El empleo redundante en el sector público podría reducirse
introduciendo un seguro de desempleo y políticas laborales activas para
facilitar la reinserción labora en el sector privado. El gobierno ya ha
avanzado en la dirección de congelar el gasto real de las provincias y debería
hacer lo propio con las partidas del gobierno nacional.
La alternativa, si bien menos deseable pues postergaría ganancias
de eficiencia de la menor inflación, sería una revisión de las metas monetarias
apuntando a un proceso de desinflación mas lento o gradual – que no requiera
tasas de interés tan altas durante la transición. Ello implicará a su vez un
menor atraso cambiario por efecto de ingresos de capitales y menores tasas de
interés – ambos factores conducentes a una recuperación más rápida de la
demanda del sector privado y a la vez quitándole presión a la necesidad de un
ajuste fiscal más drástico.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario