El Futuro de las
Ciudades
Por
Daniel Oks
El
crecimiento de las grandes ciudades se explica en buena medida por las
economías de conocimiento (la creación de redes de negocios y redes sociales
que generan información y contactos valiosos particularmente en terminos de
acumulación de conocimiento), por las economías de escala en la provisión de
infraestructura (menor requerimiento de redes de agua, gas, energía y caminos
por habitante), y por los menores costos de transporte (distancia al trabajo,
proximidad al mercado y fuentes de insumos). Históricamente además las ciudades
se originan y desarrollan como nodos de comercio y a menudo desarrollan
especializaciones que mutan con las tendencias del comercio y los avances
tecnológicos. Además recientemente, se tiende a reconocer la mayor eficiencia
ambiental que la concentración urbana puede generar debido a mayor
disponibilidad y uso de transporte publico, menor recorrido promedio vehicular (entre
residencia y trabajo), ahorro de energía en climatización de viviendas (una
edificio en torre con 100 departamentos requiere menos energía que 100 casas de
igual superficie). Al conjunto de estas economías se las suele denominar
economías de aglomeración.
¿Quiere
eso decir que se deben promover, desde las políticas públicas, las ciudades altamente
concentradas o verticales? No necesariamente.
Primero,
si el objetivo es maximizar la utilidad social, se debe tener en cuenta - además de las externalidades
ambientales y de infraestructura y las economías de información - la calidad de
vida de los individuos y, en particular, sus preferencias en cuanto a
proximidad con la naturaleza, costos de congestión, y otras deseconomías de
aglomeración como puede ser la contaminación urbana. A la hora de efectuar
elecciones individales o sociales, puede ser que el individuo privilegie la
ausencia de ruido, la proximidad a un parque o el verde de su jardín que la
proximidad a profesionales de su rubro. O también puede ser que,
complementariamente a lo anterior, el individuo prefiera tener un trabajo de
menor productividad pero cerca de su casa que minimice su tiempo de viaje y le
permita mejorar su calidad de vida dedicando más tiempo a la familia, su
conocimiento o recreación.
Segundo,
la auto sustentabilidad ambiental de las configuraciones espaciales puede
depender de otros factores que la verticalidad u horizontalidad de las
ciudades. Puede depender por ejemplo de cómo se aprovechen las fuentes
primarias de generación y uso eficiente de energía; por ejemplo, en áreas rurales y/o
suburbanas existe mayor posibilidad de generar energías alternativas. Asimismo,
existen mayores posibilidades de autosuficiencia de agua en áreas de baja
densidad, por ejemplo, a través de la recolección de agua de lluvia. También la
eficiencia ambiental urbana depende de la planificación de redes de transporte
público eficiente y la regulación del transporte en general. Así,
las políticas de descentralización
urbana pueden preservar las economía de información en el centro facilitando la
desconcentración residencial a los suburbios pero limitando la conectividad
entre centro y suburbios al transporte público eficiente.
Tercero,
las economias de infraestructura pueden ser contrarestadas por el elevado costo
de ampliar la infraestructura urbana. Puede ser mas económico construir un tren
rápido que conecte al centro de la ciudad con una ciudad satélite que expandir
la red de transporte urbano a alto costo; ésto tiene que ver con las
indivisibilidades en la provisión de infraestructura. Por otro lado, la incorporación
de infraestructura de alta gama (por ejemplo trenes de alta velocidad) permite que las economías de
aglomeración se den en un espacio considerablemente más extendido. De ahí el
crecimiento horizontal de varias ciudades creando áreas metropolitanas
extendidas.
Cuarto,
a menudo los procesos de descentralización se producen en forma espontánea a
través del mercado y generan soluciones urbanas eficientes. Las deseconomías de
aglomeración incluidos los costos de congestión y contaminación hacen que las
fuentes de trabajo se vayan desplazando espontáneamente hacia la periferia de
la ciudad. A menudo ello es facilitado por la rápida y eficiente diseminación
de tecnología a través de redes de internet que hacen menos locación-dependiente la generación y
comunicación de conocimiento. Si bien esto en general no logra contrarestar las
economías de información en su totalidad, en varios casos las relativiza. Y en
algunos puntos focales de la periferia a menudo se generan economías de
información especializadas como puede ocurrir en parques y zonas industriales,
en distritos tecnológicos ligados a centros universitarios y o de
investigación, en polos gastronómicos y o en áreas de recreación. Asimismo, con
el éxodo de industrias y oficinas a menudo los centros urbanos se
refuncionalizan creando centros de atracción culturales (museos, teatros),
polos gastronómicos, o distritos de diseño o arte. Esto permite revitalizar el
centro pero con fines distintos y permitiendo inclusive relativizar los costos
de congestión que genera la aglomeración de oficinas por ejemplo.
En
síntesis, las configuraciones espaciales eficientes mencionadas pueden darse en
las ciudades, en su entorno suburbano o inclusive en su entorno rural. Las
ciudades verticales no son necesariamente más eficientes en términos
ambientales ni económicos. La descentralización planificada puede inclusive
contribuir a potenciar las economías de conocimiento tanto en el centro como en
la periferia de las regiones metropolitanas. De ahí que si bien las ciudades
verticales, acompañadas de políticas y regulaciones adecuadas, son una opción
válida, no son estrictamente una necesidad. Hemos visto que un conjunto de
políticas y regulaciones pueden también favorecer el desarrollo horizontal de
las ciudades con importantes beneficios para el medio ambiente, el costo de la
infraestructura, y la posibilidad de acomodar preferencias individuales hacia
entornos con menores niveles de aglomeración.
Las
economías de información surgen de la potencial sinergía sobre el conocimiento
que la proximidad de las personas permite. El intercambio de información es más
fluido – sobre todo cuando la complejidad del conocimiento requiere interacción
física. Sin embargo, la especialización del conocimiento permite y a menudo
exige la creación de subregiones dentro de la ciudad o del área metropolitana
extendida. Sistemas de transporte y comunicación eficientes son potencian dichas
oportunidades que se pueden dar tanto en ciudades verticales como horizontales.
Existe evidencia
de que el triunfo de las ciudades – inducido por las economías de
aglomeración - no es
inexorable. 8 de las 10 ciudades más grandes en Estados Unidos en 1950 han
perdido al menos un sexto de su población.[1]
Algunas tendencias recientes sugieren que hay un límite natural al tamaño
eficiente de las ciudades – el ritmo de crecimiento de las ciudades se
desacelera después de cierto tamaño – según un informe del
Banco Mundial, las
que más rápido crecen tienen alrededor de 1 millón de habitantes.
La
conclusión es que en lugar de modelos de urbanismo basados en la concentración,
se debe pensar en opciones de planificación para entornos urbanos más amplios,
donde el bienestar y la armonía con la naturaleza – más que la densidad – se complemente
con el foco de eficiencia económico-ambiental. Lo esencial en este
proceso de crecimiento es la planificación integral del territorio tomando en
cuenta la preservación del entorno natural (tanto en lo paisajístico como en el
cuidado de la flora y fauna) apuntando a mejorar la calidad de vida, la
sustentabilidad ambiental, la eficiencia de la infraestructura y las sinergías
ligadas a las economías del conocimiento. En dicho proceso, los planificadores
deben: evaluar el desarrollo de medios
de transporte eficientes inter e intra-urbanos con adecuada regulación
que internalice los deseconomías de aglomeración; establecer procesos de zonificación
previendo el crecimiento con requerimientos de inversión de infraestructura a
los desarrollistas privados; fijar requerimientos ambientales para las
distintas actividades o usos; refuncionalizar los centros de las ciudades
teniendo en cuenta avances tecnológicos, tendencias culturales, ventajas
comparativas e identidades históricas; y acompañar o potenciar
procesos de desarrollo eficiente desarrollados por el mercado.
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