martes, 12 de noviembre de 2013

El Futuro de las Ciudades

El Futuro de las Ciudades

Por Daniel Oks

El crecimiento de las grandes ciudades se explica en buena medida por las economías de conocimiento (la creación de redes de negocios y redes sociales que generan información y contactos valiosos particularmente en terminos de acumulación de conocimiento), por las economías de escala en la provisión de infraestructura (menor requerimiento de redes de agua, gas, energía y caminos por habitante), y por los menores costos de transporte (distancia al trabajo, proximidad al mercado y fuentes de insumos). Históricamente además las ciudades se originan y desarrollan como nodos de comercio y a menudo desarrollan especializaciones que mutan con las tendencias del comercio y los avances tecnológicos. Además recientemente, se tiende a reconocer la mayor eficiencia ambiental que la concentración urbana puede generar debido a mayor disponibilidad y uso de transporte publico, menor recorrido promedio vehicular (entre residencia y trabajo), ahorro de energía en climatización de viviendas (una edificio en torre con 100 departamentos requiere menos energía que 100 casas de igual superficie). Al conjunto de estas economías se las suele denominar economías de aglomeración.

¿Quiere eso decir que se deben promover, desde las políticas públicas, las ciudades altamente concentradas o verticales? No necesariamente.

Primero, si el objetivo es maximizar la utilidad social, se debe tener en cuenta - además de las externalidades ambientales y de infraestructura y las economías de información - la calidad de vida de los individuos y, en particular, sus preferencias en cuanto a proximidad con la naturaleza, costos de congestión, y otras deseconomías de aglomeración como puede ser la contaminación urbana. A la hora de efectuar elecciones individales o sociales, puede ser que el individuo privilegie la ausencia de ruido, la proximidad a un parque o el verde de su jardín que la proximidad a profesionales de su rubro. O también puede ser que, complementariamente a lo anterior, el individuo prefiera tener un trabajo de menor productividad pero cerca de su casa que minimice su tiempo de viaje y le permita mejorar su calidad de vida dedicando más tiempo a la familia, su conocimiento o recreación.  

Segundo, la auto sustentabilidad ambiental de las configuraciones espaciales puede depender de otros factores que la verticalidad u horizontalidad de las ciudades. Puede depender por ejemplo de cómo se aprovechen las fuentes primarias de generación y uso eficiente de energía; por ejemplo, en áreas rurales y/o suburbanas existe mayor posibilidad de generar energías alternativas. Asimismo, existen mayores posibilidades de autosuficiencia de agua en áreas de baja densidad, por ejemplo, a través de la recolección de agua de lluvia. También la eficiencia ambiental urbana depende de la planificación de redes de transporte público eficiente y la regulación del transporte en general. Así, las políticas de descentralización urbana pueden preservar las economía de información en el centro facilitando la desconcentración residencial a los suburbios pero limitando la conectividad entre centro y suburbios al transporte público eficiente.

Tercero, las economias de infraestructura pueden ser contrarestadas por el elevado costo de ampliar la infraestructura urbana. Puede ser mas económico construir un tren rápido que conecte al centro de la ciudad con una ciudad satélite que expandir la red de transporte urbano a alto costo; ésto tiene que ver con las indivisibilidades en la provisión de infraestructura. Por otro lado, la incorporación de infraestructura de alta gama (por ejemplo trenes de alta velocidad) permite que las economías de aglomeración se den en un espacio considerablemente más extendido. De ahí el crecimiento horizontal de varias ciudades creando áreas metropolitanas extendidas. 

Cuarto, a menudo los procesos de descentralización se producen en forma espontánea a través del mercado y generan soluciones urbanas eficientes. Las deseconomías de aglomeración incluidos los costos de congestión y contaminación hacen que las fuentes de trabajo se vayan desplazando espontáneamente hacia la periferia de la ciudad. A menudo ello es facilitado por la rápida y eficiente diseminación de tecnología a través de redes de internet que hacen menos locación-dependiente la generación y comunicación de conocimiento. Si bien esto en general no logra contrarestar las economías de información en su totalidad, en varios casos las relativiza. Y en algunos puntos focales de la periferia a menudo se generan economías de información especializadas como puede ocurrir en parques y zonas industriales, en distritos tecnológicos ligados a centros universitarios y o de investigación, en polos gastronómicos y o en áreas de recreación. Asimismo, con el éxodo de industrias y oficinas a menudo los centros urbanos se refuncionalizan creando centros de atracción culturales (museos, teatros), polos gastronómicos, o distritos de diseño o arte. Esto permite revitalizar el centro pero con fines distintos y permitiendo inclusive relativizar los costos de congestión que genera la aglomeración de oficinas por ejemplo.

En síntesis, las configuraciones espaciales eficientes mencionadas pueden darse en las ciudades, en su entorno suburbano o inclusive en su entorno rural. Las ciudades verticales no son necesariamente más eficientes en términos ambientales ni económicos. La descentralización planificada puede inclusive contribuir a potenciar las economías de conocimiento tanto en el centro como en la periferia de las regiones metropolitanas. De ahí que si bien las ciudades verticales, acompañadas de políticas y regulaciones adecuadas, son una opción válida, no son estrictamente una necesidad. Hemos visto que un conjunto de políticas y regulaciones pueden también favorecer el desarrollo horizontal de las ciudades con importantes beneficios para el medio ambiente, el costo de la infraestructura, y la posibilidad de acomodar preferencias individuales hacia entornos con menores niveles de aglomeración.

Las economías de información surgen de la potencial sinergía sobre el conocimiento que la proximidad de las personas permite. El intercambio de información es más fluido – sobre todo cuando la complejidad del conocimiento requiere interacción física. Sin embargo, la especialización del conocimiento permite y a menudo exige la creación de subregiones dentro de la ciudad o del área metropolitana extendida. Sistemas de transporte y comunicación eficientes son potencian dichas oportunidades que se pueden dar tanto en ciudades verticales como horizontales.

Existe evidencia de que el triunfo de las ciudades – inducido por las economías de aglomeración - no es inexorable. 8 de las 10 ciudades más grandes en Estados Unidos en 1950 han perdido al menos un sexto de su población.[1] Algunas tendencias recientes sugieren que hay un límite natural al tamaño eficiente de las ciudades – el ritmo de crecimiento de las ciudades se desacelera después de cierto tamaño – según un informe del Banco Mundial, las que más rápido crecen tienen alrededor de 1 millón de habitantes.

La conclusión es que en lugar de modelos de urbanismo basados en la concentración, se debe pensar en opciones de planificación para entornos urbanos más amplios, donde el bienestar y la armonía con la naturaleza – más que la densidad – se complemente con el foco de eficiencia económico-ambiental.  Lo esencial en este proceso de crecimiento es la planificación integral del territorio tomando en cuenta la preservación del entorno natural (tanto en lo paisajístico como en el cuidado de la flora y fauna) apuntando a mejorar la calidad de vida, la sustentabilidad ambiental, la eficiencia de la infraestructura y las sinergías ligadas a las economías del conocimiento. En dicho proceso, los planificadores deben: evaluar el desarrollo de medios de transporte eficientes inter e intra-urbanos con adecuada regulación que internalice los deseconomías de aglomeración; establecer procesos de zonificación previendo el crecimiento con requerimientos de inversión de infraestructura a los desarrollistas privados; fijar requerimientos ambientales para las distintas actividades o usos; refuncionalizar los centros de las ciudades teniendo en cuenta avances tecnológicos, tendencias culturales, ventajas comparativas e identidades históricas; y acompañar o potenciar procesos de desarrollo eficiente desarrollados por el mercado.






[1] Trumph of the City, Edward Glaeser. Penguin, 2011.

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