lunes, 28 de julio de 2014

Que es ser progre hoy?

Búsqueda de equidad? Reducción de pobreza? Igualdad de oportunidades?

Seguramente se puede encontrar algún consenso en torno a dichas respuestas independiente de la visión política.

Donde estamos hoy con las políticas y resultados tras 12 años de Kirchnerismo progre?

1. Tenemos uno de los sistemas tributarios menos progresistas del mundo. La falta de ajuste por inflación implica que un empleado que gana 10.000 pesos por mes esta practicamente con la misma alícuota del Impuesto a las Ganancias que uno que gana 1 millón de pesos.

2. La magro ajuste en los mínimos no imponibles de bienes personales implica igualmente que la clase media es gravada crecientemente por este impuesto a la riqueza.


3. El rezago en el ajuste de asignaciones universales, jubilaciones y otros beneficios sociales en relación a la inflación implica una perdida de ingresos reales significativa.

4. Lo mismo ocurre con los salarios reales que en el ultimo periodo vienen perdiendo frente a la inflación, particularmente la inflación del Congreso o las provincias.

5. La inflación ciertamente no actúa como un igualador de oportunidades sociales. A los informales los deja expuestos a la buena de Dios, sobre todo en una economía en recesión y con la ilusión monetaria que la alta inflación implica en el contexto actual.

6. La pobreza ha disminuido sin duda durante el periodo que gobierno de Nestor Kirchner pero desde el relajamiento de las políticas macroecónomicas en 2007-8, la inflación ha carcomido crecientemente el bolsillo de los mas vulnerables y la tendencia creciente de la pobreza se ha vuelto a instalar en la realidad presente.

Algunos argumentaran con razón que el proceso macroeconómico actual es el resultado de años de expansión y crecimiento del empleo. Varios países de la región han alcanzado indicadores similares de crecimiento y crecimiento del empleo pero al cuidar los balances macroeconómicos básicos han logrado controlar el efecto destructivo de la inflación a la vez que han permitido canalizar una parte más importante del ahorro doméstico a inversión productiva en lugar de promover la salida de capitales. Ello ha contribuido a situaciones de crecimiento sostenible sin restricción externa severa como la de la Argentina. El ajuste macroecónomico actual vía aumentos de tasas de interés, devaluación y ajustes parciales de tarifas es claramente insuficiente para afrontar la problemática fiscal que causa en última instancia la inflación. Y ciertamente al esquivar los temas fiscales o tratarlos parcialmente terminan haciendo más costoso el proceso de ajuste.

Asmismo, las políticas populistas de redistribución de ingreso a través de tarifas de energía y transporte subsidiadas y subsidios implícitos a los alimentos a través de retenciones a las exportaciones son responsables de la magra inversión en los pilares de crecimiento (energía y transporte) a la vez que han ocasionado atrasos importantes en la inversión de los sectores más dinámicos de la Argentina como ser agricultura y minería. Ello no es más que otra expresión del pan para hoy hambre para mañana que termina caracterizando el enfoque populista y que al final echa por tierra las metas progre que en la retórica promueve.

El camino hacia adelante es complejo. Y las medidas que ha tomado el Gobierno de normalizar la situación con los acreedores van por buen camino (más allá de las incertidumbres y dificultades que acarrean el arreglo con los fondos buitres). Pero en ausencia de un plan integral de crecimiento con equidad con reformas fiscales y estructurales que generen verdadera igualdad de oportunidades y ataquen de raíz el flagelo inflacionario que castiga principalmente a los pobres, el camino progre estará minado de mentiras que no hacen mas que confundir a la población que al final a tarvés del voto no hace más que replicar el modelo falso progre populista.

miércoles, 9 de julio de 2014


Argentina en transición tras el agotamiento del modelo.

Por necesidad mas que por elección, el Gobierno ha finalmente adoptado medidas de carácter ortodoxo para contener la inflación y - ante el fin del ciclo fiscal favorable – para reabrir el acceso al financiamiento externo. La misma inflación exacerbada por un mayor ritmo de devaluación ha sido el principal instrumento de ajuste fiscal por la vía de la erosión del nivel gasto real del Gobierno, particularmente salarios y subsidios. Las acciones para mejorar el acceso al financiamiento externo incluyen, además de la normalización del INDEC, el acuerdo de pago al Club de Paris, el resarcimiento a REPSOL por YPF, pagos ligados al CIADI, y posiblemente un virtual arreglo con los acreedores que no entraron a los canjes 2005-2010 - los holdouts. 

Hace un año todo esto era políticamente impensable pero la continua negación de estas necesidades hubiera llevado seguramente a un fin de ciclo más virulento que la estanflación actual. Aún con la caída del consumo y de los salarios reales, la normalización de precios relativos para restablecer los balances entre ahorro e inversión conforman un escenario mejor (frente a la alternativa de una inminente crisis de balanza de pagos y cambiaria) tanto para el Gobierno actual (para poder terminar su mandato de manera relativamente ordenada) como para el que le siga. El ajuste es el resultado inevitable de una fiesta de consumo muy prolongada en que el crecimiento del gasto excedió con creces el estímulo a la inversión y la oferta y a las mejoras en la productividad; dichos excesos se vieron relfejados en una elevada inflación y pérdida de reservas internacionales. El ajuste actual se podría haber evitado bajo un escenario de mayor moderación y cuidado de los equilibrios macroeconómicos – particularmente si se hubieran evitado los excesos fiscales (crecimiento record del gasto público) y monetarios y si se hubieran mantenido condiciones para la inversión en los sectores de energía y transporte (con marcos regulatorios más racionales y precios relativos más cercanos al mercado).

Las reformas recientes y las que están en camino no alcanzan para crear condiciones atractivas para la recuperación del crecimiento sostenido. Para ello hacen falta una serie de reformas para restablecer de base los grandes equilibrios macroeconómicos y condiciones de estabilidad y previsibilidad para la inversión. Sin ello, la remoción de obstáculos al financiamiento externo pueden desperdiciarse conduciendo a un mayor financiamiento del sector público, salidas de capitales y consumo. Además el riesgo de nuevos ciclos cortos de inflación y devaluación no hacen más que congelar una situación de estanflación inconsistente con un escenario de crecimiento.

Un plan de transición serio debe promover un escenario de gradual corrección de los desequilibrios fiscales y monetarios. Ello supone profundizar la estrategia de corrección de precios relativos – atraso tarifario, cambiario y de tasas de interés – en paralelo con la estrategia de acceso a los mercados de capitales y políticas regulatorias en los sectores de infraestructura, agricultura y minería. Es en dichos sectores donde los grandes capitales podrían llegar a cambiar la película. El gasto público debe sincerarse en niveles compatibles con una presión impositiva que desahogue la inversión. Ello supone que la tasa de crecimiento del gasto vuelva a acomodarse debajo de la tasa de crecimiento de la recaudación. 

En materia de políticas estructurales, la eliminación del cepo cambiario es crítica para liberar la oferta limitada por falta de acceso a bienes intermedios y bienes de capital importados. Ello a su vez posibilitará un tipo de cambio más competitivo para la industria y para todos los sectores transables. El acceso al financiamiento externo seguramente requiere algún acuerdo con los holdouts el que debe verse en perspectiva de lo que implicaría en cuanto a acceso a los mercados voluntarios de deuda. Ello debe hacerse sin generar disputas de los acreedores que accedieron al canje. La eliminación del cepo también posibilitaría inversiones del exterior al volver a permitir la repatriación de utilidades.

Todo este conjunto de medidas requieren consistencia y coordinación en su ejecución- Lo crítico es generar un paquete de medidas restablezca las condiciones de inversión de mediano y largo plazo. Ello permitirá compensar el impacto contractivo de la tendencia actual así como de algunas de las políticas restrictivas de gasto. La desinflación gradual debe venir de la mano de un proceso de reintermediacion financiera posibilitado en parte por la introducción de instrumentos indexados como han hecho varios países donde se han corregido los desequilibrios gradualmente. El acceso al financiamiento voluntario vendrá simultáneamente con una sustancial reducción del riesgo país y recuperación de la inversión doméstica.