Shock y Gradualismo – El plan
del Gobierno.
Daniel Oks
Desde una
perspectiva macroeconómica, el gobierno
cuenta con tres opciones básicas: shock, gradualismo o – la preferida por el
actual equipo – el tratamiento de shock para la eliminación del cepo cambiario (y
su reemplazo por un esquema de flotación administrada) y la remoción gradual de
subsidios.
Bajo este
esquema que se complementa con un plan de financiamiento externo para
reconstituir una base mínima de reservas, el Gobierno espera que el fuerte
ingreso de capitales y la eliminación de las retenciones a las exportaciones
contribuirán a morigerar la magnitud de la devaluación del tipo de cambio
unificado de mercado. Un
programa fiscal y monetario consistente es esencial para evitar que la corrección
cambiaria se traslade a la inflación. El elemento central de la estrategia
fiscal es la reducción
de subsidios a las empresas de energía y transporte con ahorros fiscales de
cerca de 5% del PBI – más cercanos al 3% si se adopta una tarifa social y se
computa la eliminación de retenciones. El probable gradualismo en la reducción
de tarifas implica un ahorro fiscal menor en el corto plazo que posiblemente se
compense (o al menos erisione sustancialmente) con la elevación del piso para
el impuesto a las ganancias, el comprometido reajuste de pensiones y la
eliminación de retenciones. En ausencia de un plan de mejora fiscal vigoroso en
el corto plazo, la política monetaria está llamada a jugar un rol importante
para evitar una disparada del dólar con lo que las tasas de interés subirán
marcadamente en el corto plazo.
El impacto inicial sobre la demanda agregada
será contractivo debido al impacto negativo sobre ingresos disponibles (por
reducción de subsidios), salarios reales (por aumento del precio de los bienes
transables – devaluación y retenciones) y propensión al consumo (ante mayores
tasas de interés). Comparado con una estrategia de shock en la reducción de
subsidios el plan del gobierno impacta menos sobre ingresos disponibles
suavizando la transición hacia el mediano plazo cuando las exportaciones netas
y la inversión juegan un rol más importante. Por otro lado, el impacto positivo
sobre la oferta de la eliminación del cepo – al aumentar la oferta de insumos críticos
– contribuirá a la inversión y recuperación aún en el corto plazo. El
gradualismo tarifario también permite mitigar el riesgo de una estampida
inflacionaria. El riesgo de este plan para la inversión proviene del retraso en
decisiones de inversión a la espera de precios relativos que compensen los
costos de producción. También genera incertezas desde el punto de vista de la
estrategia de convergencia fiscal para achicar el déficit.
La
estrategia oficial tiene la virtud de atacar en forma de shock el problema más
crucial que afecta la liquidez y la solvencia de la economía: la escasez de
reservas, el atraso cambiario y la restricción de oferta que implica el cepo.
Al ir acompañada de una estrategia de integración comercial y financiera este
plan permite una respuesta más rápida de las exportaciones y del financiamiento
externo a la vez que suaviza el impacto contractivo sobre los ingresos disponibles
al graduar en el tiempo la reducción de subsidios. La respuesta más lenta de la
inversión y la ausencia de credibilidad de la estrategia fiscal pueden no ser
tales si se dan señales claras de convergencia a precios relativos de mercado en
el mediano plazo y si se adopta un marco regulatorio competitivo para los
sectores de infraestructura.
La negociación
con los holdouts y los entes
multilaterales facilitará el acceso al financiamiento externo permitiendo
aprovechar el bajo nivel de endeudamiento externo inicial y el potencial de financiar
críticas inversiones de infraestructura. La estrategia debe ir acompañada de reformas
microeconómicas e institucionales para promover la inversión: marcos regulatorios
pro-mercado en los sectores de infraestructura, minería y agricultura;
integración comercial ampliando mercados más allá del Mercosur y bajando el
costo de la protección; autonomía del INDEC, BCRA y la justicia. El impacto
social del programa propuesto se verá beneficiado por: los aumentos de la
competitividad externa que impactan sobre el volumen y calidad del empleo; el mantenimiento
y profundización de las políticas sociales; y la adopción de políticas
tributarias progresivas ya anunciadas.
El mayor
riesgo del plan actual surge de la herencia fiscal del Gobierno anterior (coparticipación,
ventas de dólares futuros y desbalance fiscal) junto con promesas electorales
(ajuste de mínimos no imponibles de ganancias, ajuste de pensiones y obras de
infraestructura) con fuerte impacto fiscal. La trayectoria fiscal de mediano
plazo debe estar bien delineada y ser creíble para generar la confianza que los
mercados necesitan para que la inversión responda. En cualquier caso, es
probable que las mejoras fiscales provengan – como históricamente ha ocurrido –
de una licuación del gasto real en la ejecución presupuestaria lo que se verá
reflejado en una inflación importante durante el primer semestre seguido de un
proceso de desinflación y recuperación económica posterior.
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