lunes, 22 de julio de 2019

Entendiendo las propuestas económicas de las principales fórmulas

Daniel Oks
A pesar de la corrida al centro de los dos principales frentes electorales, el contexto institucional post-elecciones es muy divergente. En el plano institucional, el Frente de Todos (FT) señaló su deseo de intervenir la Justicia alejándose del principio constitucional de independencia de la misma. En el plano económico se presenta como más intervencionista y cerrado al mundo – tal como lo indicó con el rechazo de un posible acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea. Por otro lado, Juntos por el Cambio (JC) incorporó el posible acuerdo comercial como su estrategia de desarrollo. Este diferencial institucional acerca mucho más a FC que FT a las condiciones favorables que instituciones internacionales (FMI, Mercosur-UE) ofrecen al país para avanzar en un camino de modernización institucional y económica.
Bajo cualquier escenario político, resulta inevitable una renegociación con el FMI. Este año la meta ajustada de un déficit primario de 0,5% del PBI parece alcanzable; sin embargo, el equilibrio fiscal financiero requiere un superávit primario cercano al 3% del PBI. La alternativa del default es percibida por ambos frente como muy dañina para la economía y la población. Por ello, ambos intentarán negociar con el FMI de mínima un acuerdo de extensión de plazos o bien, en su expresión más amplia un Acuerdo de Facilidades Extendidas (AFE) que extiende al mediano plazo los vencimientos importantes condicionado a un programa de reformas estructurales. JC es más permeable a un programa de reformas estructurales tales como la reformas laboral, previsional y tributaria. Un acuerdo del FT con el FMI probablemente involucre programas más cortos y varias extensiones del programa poniendo en riesgo la estabilidad financiera y cambiaria.
También JC y FT se diferencian en su potencial para capitalizar los beneficios de un posible acuerdo de libre comercio Mercosur-UE. Si bien no existe un discurso unificado, FT parece centrar su estrategia en la reactivación del consumo; en su concepción, la inversión está ligada fuertemente a dicha recuperación. En el caso de JC, el consumo también juega un rol importante pero el dinamismo de mediano y largo plazo lo aportarían las exportaciones y la inversión. El acuerdo comercial tiene el potencial de atraer muy fuertes inversiones ligadas a exportaciones a un mercado con 20% del PBI global. El comercio y la inversión en un marco de competencia, libertad comercial y reglas de juego claras tienen el potencial de impulsar el crecimiento, la productividad, el empleo y los ingresos. Así ocurrió en España (en su momento con similar matriz agropecuaria al Mercosur) tras su ingreso a la Comunidad Europea en 1986. Entre 1986 y 2000 la tasa de inversión aumentó de 18,7% del PBI a 25%, mientras que el índice de apertura comercial pasó de 35,9% del PBI a 62,2% (las exportaciones pasaron de 21,6% del PBI a 30,1%). En igual período, la tasa de ocupación de la población adulta pasó de 44,8% a 55,8% mientras que el ingreso per cápita aumentó 120%.
Es auspicioso – primera vez en la historia económica argentina – que la propuesta de apertura no es unilateral sino multilateral y que se negocian plazos y forma de apertura sector por sector. Esto fuerza un proceso de interconsulta con todos los sectores económicos (empresas, cámaras empresariales, trabajadores y sindicatos) que tiende a fortalecer el proceso de participación política dándole más solidez al sistema y a los acuerdos eventualmente alcanzados. Desde ya que para competir con empresas de la UE y de Brasil el país debe avanzar en un plan de reformas para reducir el déficit fiscal, la carga tributaria, el costo logístico, la carga regulatoria y el costo no remunerativo del trabajo mientras estabiliza la economía para alcanzar una inflación comparable como mínimo a la de Uruguay, Brasil y Paraguay. Estos pre-requisitos – que permitirán el resurgimiento del crédito y mayor confianza en las inversiones – se acercan más a la plataforma programática de JC que de FT.
La negociación con la UE tiene el potencial de colocar la modernización institucional por encima del debate político interno. En ese sentido, la super estructura de Mercosur y la UE contribuirán a darle impulso a reformas repetidamente postergadas como la laboral, la tributaria y la previsional entre otras. Otorgaría asimismo un marco para contener y reducir importantes niveles de corrupción en los sistemas de compras estatales y en los regímenes proteccionistas prevalecientes a la vez que fortalecería el rol de la Agencia de Defensa de la Competencia. El núcleo de estas políticas también está más cerca de las plataformas programáticas de JC que de FT.
En resumen, los escenarios económicos en el caso que el voto favorezca a FT estarán caracterizados por: i) mayor incertidumbre financiero-cambiaria frente a más renovaciones de corto plazo del programa con el FMI debido a una menor propensión a negociar reformas estructurales y alcanzar el equilibrio fiscal; ii) regresión a un sistema económico con más intervención y protección en que el crecimiento está centrado principalmente en el consumo; y iii) alejamiento de la opción de modernización institucional y productiva siguiendo el modelo de integración europeo. En este contexto, si la sensatez prevalece, es probable que el votante le conceda el beneficio de la duda a FC.
El autor es economista. Ex economista líder del Banco Mundial y gerente del BCRA. 

Un programa monetario extremo y altamente riesgoso

Daniel Oks
Daniel OksPARA LA NACION
(2)
28 de abril de 2019  
La Argentina se caracteriza por irse a los extremos -a menudo, por vivir en los extremos- y luego recuperar el equilibrio a los golpes. Sería mejor evitarlos: de los extremos no se sale de golpe.
La historia no se borra con el codo. Y la diferencia de la Argentina con otros países no es casual ni guarda -necesariamente- relación con el ADN de los argentinos. Es más bien un producto de nuestra historia como sociedad. Los excesos fiscales y monetarios a lo largo de las décadas generaron mecanismos de defensa de empresarios, ahorristas y consumidores. Ello explica en parte lo que diferencia al nuestro de otros países. Recurrentes defaults de deuda, crónica licuación del valor de la moneda y cambios recurrentes en las reglas de juego llevaron a conductas defensivas de la población, que incluyen bajos niveles de inversión, elevada dolarización de los portafolios, alta movilidad de inversiones financieras entre la Argentina y el exterior, desconfianza de la autoridad monetaria y la moneda, y rápido pasaje del tipo de cambio a los precios. Los programas de estabilización han ignorado a menudo estas características idiosincrásicas de la Argentina.
El programa cambiario y fiscal del Gobierno -en la medida en que se financie con una reducción del gasto público- crea una buena base para la sustentabilidad macroeconómica y el crecimiento de la actividad privada. El superávit fiscal es necesario para reducir la vulnerabilidad externa, mantener competitivo el sector productivo -vía menor presión tributaria y un tipo de cambio más depreciado- y crear espacio para financiar la inversión privada.
El programa monetario de emisión cero, en cambio, es extremo y altamente riesgoso. Parte de suponer que la política monetaria es creíble o que puede establecer su credibilidad en un plazo muy corto. Si los anuncios del Banco Central fueran creíbles y hubiera buena coordinación de expectativas (gobierno, empresas y sindicatos), la inflación podría descender rápidamente. Los sobreajustes de precios serían castigados con pérdidas de ventas y las empresas revisarían eventualmente sus precios para abajo. El hecho de que en los 6 meses de emisión cercana a cero la inflación anualizada haya sido de 56% sugiere que la política monetaria no es creíble. La larga y pesada historia de una moneda crónicamente licuada y devaluada da cuenta de ello. La magnitud de la inflación actual va más allá del impacto directo de las correcciones tarifarias y cambiarias del período.
Prima facie, con la economía en recesión y la base monetaria congelada hace seis meses, la inflación debería haber caído o al menos debería no haber subido. La oferta de dinero podría haber aumentado si los encajes sobre los depósitos bancarios hubieran disminuido, pero eso no ocurrió. La explicación alternativa es que, ante la falta de credibilidad del programa monetario, personas y empresas disminuyeron su demanda de dinero en busca de refugios financieros, o bien simplemente compraron bienes para protegerse de la pérdida de valor de la moneda. El exceso de liquidez que así se genera se va, en parte, a precios y, en parte, a compras de divisas o bonos.
Para frenar la suba del tipo de cambio (proxy de la expectativa de inflación), el Banco Central acude a subir la tasa de interés. Eso reduce aún más la demanda de dinero, agudizando el exceso de liquidez. Pero, a la vez, reduce la oferta de bienes por el mayor costo del capital de trabajo. El resultado es mayor inflación y caída de la producción: estanflación.
La contrapartida microeconómica de este proceso guarda relación con el comportamiento de las empresas en su política de fijación de precios y en la dinámica salarial. La Argentina tiene en muchos sectores estructuras oligopólicas de mercado -telecomunicaciones, energía, obra pública, productos farmacéuticos, automóviles, siderurgia, aluminio, petroquímica, supermercados, cemento, electrodomésticos, etcétera-. Son sectores naturalmente formadores de precios. En un contexto de inflación creciente, mayor volatilidad de precios relativos y más incertidumbre, las empresas protegen su capital de trabajo ampliando (exante) la prima de mark-up sobre costos. Esto está facilitado por la mayor incertidumbre del consumidor y por su premura por huir del dinero. Incluso las empresas más pequeñas pasan a ser fijadores o formadores de precio, ante la incertidumbre de costos de reposición.
A la vez, las tasas de interés más altas incentivan la venta de inventarios y la reducción del capital de trabajo, de la producción de bienes y de la demanda de empleo. La menor oferta de bienes se conjuga con la dinámica salarial siempre desfasada en relación con los precios, generando caídas en la demanda de bienes. En algún momento, la recesión provoca niveles de desempleo y pérdida de capital de trabajo intolerables social y políticamente. En dicho contexto, los ahorristas y las empresas pueden asumir que el Gobierno va a revisar su política, convalidando la falta de credibilidad en la política monetaria.
En conclusión, volver a ganar la confianza en la moneda es un proceso largo y arduo, del mismo modo que recuperar la convivencia pacífica de dos países que han estado en guerra requiere décadas de reconciliación. Para recuperar la confianza en la moneda hacen falta signos consistentes de una firme intención de reducir la inflación, pagando costos, pero sin llegar a los extremos que no son ni social ni políticamente sustentables.
Una política monetaria más gradual, al evitar estas situaciones sociales y económicas extremas, podría facilitar la desinflación gradual. Se requiere una política fiscal prudente, un endeudamiento moderado y una estrategia que evite distorsiones del tipo de cambio. La credibilidad se construye en el tiempo, cumpliendo metas monetarias intermedias, siendo consistente en las políticas macroeconómicas y demostrando una vocación política de armonizar y coordinar expectativas. Así lo han hecho casi todos los países que lograron bajar su inflación de cerca del 30% a tasas de un dígito.
Exgerente del Banco Central y exfuncionario del Banco Mundial
Por: Daniel Oks

viernes, 28 de septiembre de 2018

Corrida cambiaria o Sendero de Equilibrio / Publicado en INFOBAE el 28/9/2018


¿Cómo responde el mercado a la corrida cambiaria y qué puede hacer el Gobierno?

Daniel Oks
La suba de la tasa en Estados Unidos, la incertidumbre del comercio internacional, y los riesgos de algunos países como Turquía y Argentina indujeron un freno al financiamiento externo a todos los países emergentes, lo que llevó a depreciaciones en sus monedas. El sudden stop ('interrupción brusca') del flujo de financiamiento externo en el contexto de elevados déficit gemelos (fiscal y externo) de Argentina dispararon una fuerte suba del riesgo país —más de 200 puntos básicos a 800 puntos— y una fuerte corrida cambiaria —alrededor de 120% entre diciembre de 2017 y septiembre de 2018. El programa de 50 mil millones de dólares acordado con el FMI contribuyó (solo temporariamente) a calmar los mercados, aun cuando el tipo de cambio real está ya entre los más elevados de los últimos 20 años y con tasas de bonos cortos en pesos rondando el 60% anual.
La fuerte depreciación del peso tiene su origen en factores fiscales, estructurales, políticos y financieros.
El factor fiscal incluye el proyecto de presupuesto para 2019, con apoyo del FMI y seguramente del Congreso, para reducir el déficit primario de 2,6 puntos del PBI en 2018 a cero en 2019. En la medida que sea creíble, la meta fiscal es consistente con un tipo de cambio más depreciado (debido a la contracción de la demanda agregada impulsada por el ajuste fiscal).
El factor estructural se refiere a distorsiones microeconómicas históricas como las que recientemente señaló el semanario The Economist en una comparación entre Argentina y Turquía: el tamaño reducido del sistema financiero (el cuarto del de Turquía); y una economía relativamente cerrada (menos que la mitad que la de Turquía). El tamaño reducido del sistema financiero limita la posibilidad de sustituir financiamiento externo por financiamiento local agregando presión a la tasa de interés, e indirectamente al tipo de cambio. A su vez, el bajo grado de apertura comercial requiere una depreciación mayor del tipo de cambio para generar la misma mejora en el balance comercial.
El factor político tiene que ver con la mayor incertidumbre por las elecciones de 2019 y por el desenlace de la lucha contra la corrupción. A mediano y largo plazo la resolución de este último problema genera una inmensa oportunidad para mejorar la efectividad de la democracia, generar nuevas y más transparentes reglas de inversión y encarar más orgánica e integralmente la lucha contra la pobreza. Sin embargo, en el corto plazo no se sabe si la Justicia sancionará a los responsables y recuperará al menos una parte de los activos sustraídos al Estado y a la sociedad. Y aun si ello ocurriera, se generan interrogantes debido al riesgo de una parálisis de la inversión, particularmente en las empresas ligadas a la obra pública. También el financiamiento externo para las participaciones público privadas de infraestructura está en cuestión.
El factor financiero guarda relación con la estabilización del nivel de endeudamiento, cuestión que adquiere relevancia con la contracción de las fuentes privadas de financiamiento. La meta de balance primario cero para 2019 y superávit de 1% del PBI para 2020, si bien representa un ajuste de los más severos entre los programas del FMI, no alcanza a estabilizar el nivel de deuda a PBI. Siendo el interés de la deuda pública de aproximadamente 3% del PBI, el fisco debería apuntar a un superávit primario cercano del 3% del PBI (algo menos en a medida que logre crecer en forma sostenida) para estabilizar la deuda.
Por todo ello puede decirse que la llamada corrida cambiaria es en realidad un sendero de equilibrio que tiene su origen en factores externos y domésticos. Todo ello se complica debido a un factoridiosincrático. Este se refiere a la elevada tasa de sustitución entre activos en pesos y el dólar cuando aumenta la incertidumbre cambiaria, al aumentar el precio del dólar, la demanda de dólares se incrementa, en lugar de bajar, siendo este el comportamiento del tipo "burbuja de activos" donde el mercado deja de valuar los fundamentals y toma como principal pivote para la formación del precio la variación de este en el período anterior.
El factor idiosincrático surge de la falta de confianza en instrumentos financieros domésticos tales como bonos en pesos, pesos ajustables, dólares o plazos fijos en UVA. Esto, a su vez, guarda relación con la incertidumbre inflacionaria y con un historial de intervenciones del sector financiero (Plan Bonex, corralito, corralón, períodos en los cuales los depósitos fueron forzosamente congelados o convertidos en bonos o en términos diferentes) y defaults.
En este contexto, los rumores de una ampliación del programa de asistencia del FMI permitieron aliviar el riesgo del factor financiero. Ello daría cuenta de la fuerte caída del riesgo país (que bajó de 800 a 600 puntos básicos en las últimas semanas) y la simultánea apreciación del peso observada la semana del 17 de septiembre.
A mediano plazo, sin embargo, no existe sustituto a una profundización del ajuste fiscal hasta lograr estabilizar el ratio de deuda a PBI. Ello implica superávits primarios cercanos al 3% del PBI a partir de 2020-2021. El logro de dicha meta haría caer aún más el riesgo país, lo que a su vez permitiría reducir el servicio de la deuda, alivianar el elevado costo de las tasas de interés domésticas y dar impulso a la inversión necesaria para el crecimiento sostenido.
En resumen, el mensaje de política económica es que hace falta sincerar las metas fiscales buscando el equilibrio fiscal y financiero; abordar en tiempo y forma el reemplazo de reglas de inversión apoyadas en prácticas corruptas por reglas transparentes y competitivas (incluyendo una nueva ley de contratación de obra pública); promover la apertura de la economía y la competencia en general; y apuntar a la profundización del sistema financiero, que incluye el fortalecimiento del sistema de ahorro doméstico en unidades indexadas (UVA) como alternativa al dólar.
El autor es economista. Ex economista líder del Banco Mundial y gerente del BCRA. En la actualidad se desempeña como desarrollista inmobiliario.

domingo, 16 de septiembre de 2018

Corrida cambiaria o senderos de equilibrio. ¿A qué y cómo responde el mercado? ¿Y que puede hacer el Gobierno?

Los desequilibrios gemelos (fiscal y externo) otra vez tumbaron a la Argentina tras el sudden stop (interrupción bctdddddrusca) del flujo de financiamiento externo. La suba de la tasa en EEUU, la incertidumbre del comercio internacional, y los riesgos de algunos países emergentes como Turquía y Argentina indujeron un freno al financiamiento externo a todos los países emergentes. Ello llevó a depreciaciones en las monedas de casi todas las economías emergentes - con mayor virulencia en los países más expuestos fiscalmente y con cuentas corrientes más deficitarias. La súbita interrupción del financiamiento externo ha inducido un ajuste traumático en nuestra economía forzando – necesidad – un camino de convergencia hacia un equilibrio fiscal y externo. La ayuda del FMI contribuye a que dicha transición sea más gradualista - frente a la alternativa de un equilibro fiscal financiero inmediato.
Así y todo, la corrección cambiaria de la Argentina - 130% entre Diciembre 2017 y Septiembre 2018 - es de una magnitud inusitada y no parece guardar relación a priori con un problema de competitividad solamente. La fuerte depreciación de la moneda tiene además del problema de competitividad (el tipo de cambio real está cercano al pico del período 2003-2007 y entre los más elevados de los últimos 20 años), componentes:  idiosincráticos, fiscales, estructurales, y políticos.
El elemento idiosincrático se refiere principalmente a la elevada tasa de sustitución entre activos en pesos y el dólar cuando aumenta la incertidumbre cambiaria –al aumentar el precio del dólar, la demanda de dólares en lugar de bajar sube (este es el comportamiento del tipo burbuja de activos donde el mercado deja de valuar los fundamentals y toma como principal productor de precio la variación de precio del período anterior). La falta de confianza en instrumentos financieros como podrían ser los bonos en pesos, pesos ajustables o en dolares o en plazos fijos en UVA por ejemplo, guarda relación con la incertidumbre inflacionaria y con un historial de intervenciones del sector financiero (Plan Bonex, Corralito, Corralón, períodos en que los depósitos fueron forzosamente congelados o convertidos en bonos o en términos diferentes), y defaults.  
La nueva meta fiscal de equilibrio del balance primario para 2019 – si bien posterga el equilibrio financiero - constituye una señal importante para los mercados.  La misma ha recibido apoyo del FMI y, seguramente con algunos ajustes, recibirá el apoyo del Congreso en el contexto de las discusiones sobre el Presupuesto. En equilibrio, la reducción del déficit primario de 2,6 puntos del PBI en 2019 implica una reducción del riesgo país (el mismo cayó un 14% el último mes) y al mismo tiempo un tipo de cambio más depreciado. Esto último se debe a que la caída de la demanda agregada derivada del ajuste fiscal se compensa - en equilibrio – con mayor demanda neta de bienes domésticos (mejora en el balance comercial) por el sector externo lo que a su vez requiere un tipo de cambio real más depreciado. Por ende, no debería llamar la atención lo que junto con la caída reciente del riesgo país se siga depreciando el peso.
Otra componente importante de la depreciación del peso en reacción al sudden stop del financiamiento externo obedece a factores estructurales. Estos se originan en distorsiones microeconómicas históricas como las que recientemente señaló el semanario The Economist: i) el tamaño reducido del sistema financiero (el ratio de créditos al sector privado y capitalización de la bolsa en relación al PBI es menos de un 15% que el de Chile y menos de la mitad que el de Turquía); y ii) una economía relativamente cerrada (el ratio de exportaciones a PBI en 2017 fue 40% del de Chile y 45% del de Turquía). El tamaño reducido del sistema financiero limita la posibilidad de sustituir financiamiento externo por financiamiento local  agregando presión a la tasa de interés – e indirectamente al tipo de cambio (puesto que la caída en la inversión resultante requiere en equilibrio mayores exportaciones netas y un tipo de cambio más depreciado). A su vez el bajo grado de apertura comercial requiere una depreciación mayor del tipo de cambio (en relación a un país más abierto) para generar la misma mejora en el balance comercial (para poder incentivar un porcentualmente más elevado aumento de las exportaciones y caída de las importaciones).  Estos factores estructurales también dan cuenta de porque la depreciación del peso en Argentina ha sido más del doble que la de Turquía.
El tipo de cambio también está influenciado por factores políticos. La incertidumbre sobre la continuidad del gobierno actual por las elecciones de fines de 2019 es uno de ellos. Pero tal vez más preocupante en esta etapa es el impacto de corto plazo de la lucha contra la corrupción tras la muy importante acumulación de pruebas sobre los mecanismos y el sistema de corrupción del país. A mediano y largo plazo la resolución de este problema genera una inmensa oportunidad para modernizar el país, mejorar la efectividad de la democracia, generar nuevas y más transparentes reglas de inversión y encarar más orgánica e integralmente la lucha contra la pobreza. En el corto plazo, el capítulo de la lucha contra la corrupción  genera incertidumbre. Aún falta ver si la justicia podrá sancionar a los responsables y recuperar al menos una parte importante de los activos sustraídos al Estado. Y aún si ello ocurriera, se generan interrogantes debido al riesgo de una parálisis de la inversión, particularmente (pero no exclusivamente), en las empresas ligadas a la obra pública donde la corrupción ha sido puesto en evidencia. La vocación de invertir en este contexto es como mínimo incierta. Igualmente, el financiamiento externo comprometido para las Participaciones Público Privadas de Infraestructura será de difícil materialización debido a las prácticas corruptas de las empresas que han participado.
Es por ello fundamentalmente, que el rebote cíclico tradicional, esperable en crisis de balanza de pagos con ajuste fiscal y corrección cambiaria, puede demorarse significativamente. Ello también puede explicar porqué el tipo de cambio ha seguido subiendo a pesar de que en el nivel actual el tipo de cambio real ya se halla cerca de los niveles más elevados de los últimos 20 años. Para mitigar este riesgo, la solución sería acelerar la introducción de nuevas reglas de juego para la inversión transparentes y competitivas que reemplacen a las actuales reglas prebendarias y corruptas. Asimismo el gobierno debería facilitar el cierre o conversión de empresas que han estado involucradas en prácticas corruptas en nuevos vehículos capaces de aprovechar los factores de producción viabilizando el proceso de inversión.
Finalmente, la meta de balance primario cero para 2019 y superávit de 1% del PBI para 2020 no alcanza para estabilizar el nivel de deuda a PBI. Siendo el interés de la deuda pública de aproximadamente 3% del PBI, el fisco debería apuntar a un superávit primario cercano al 3% del PBI (algo menos en a medida que logre crecer en forma sostenida).  En ausencia de nuevos flujos voluntarios de capitales externos, esa debería ser la meta fiscal. El alcance de dicha meta haría caer el riesgo país lo que a su vez permitiría: reducir el servicio de la deuda, alivianar el elevado costo de las tasas de interés domésticas y dar impulso a la inversión. Por el contrario, la no convergencia a dicha meta puede complicar el programa financiero del gobierno, particularmente a partir de 2020 cuando el programa con el FMI tienda a replegarse, siempre que no retornen voluntariamente los capitales privados. Los mercados reaccionan instantáneamente a dichas percepciones – aún cuando se trate más de un problema de liquidez que de solvencia. Como ya comentamos, el factor idiosincrático está a la orden del día para que ante cualquier atisbo de desequilibrio futuro, se produzca una sobre-corrección (overshooting) del mercado cambiario. Por ello, una estrategia de superávits primarios consistente con el equilibrio fiscal financiero debería ser parte integral del programa económico.
En síntesis, la llamada corrida cambiaria tiene su origen en factores externos y domésticos que marcan un nuevo sendero de equilibrio. Más allá de los problemas de competitividad cambiaria ya resueltos (originados en el atraso cambiario previo), entre los factores domésticos, hay factores estructurales (protección comercial, tamaño del sistema financiero), cíclicos (el ajuste fiscal) y de política (el proceso de resolución de la matriz corrupción) que explican el alto nivel del tipo de cambio actual. El mensaje de política económica es que hace falta: sincerar las metas fiscales buscando el equilibrio fiscal financiero; abordar en tiempo y forma el reemplazo de reglas de inversión corruptas por reglas transparentes y competitivas (incluyendo una nueva ley de contratación de obra pública); promover la apertura de la economía y la competencia en general; y promover la profundización del sistema financiero, que incluye el fortalecimiento del sistema de ahorro doméstico en unidad

sábado, 14 de julio de 2018

Convergencia y Crecimiento - 2018

Convergencia fiscal y recuperación del crecimiento - Racconto e Ideas para salir mas rapido del ajuste.  

Julio 2018

Una suma de factores – domésticos y externos - puso fin a 2 años y medio de gradualismo fiscal y seis trimestres de recuperación económica. El financiamiento externo del elevado déficit público tuvo un final abrupto impulsado por la huida hacia la calidad de inversores internacionales ante la mayor incertidumbre externa y dudas sobre la convergencia fiscal del plan gradualista. Las dudas se agravaron por el impacto de la abultada oferta de dólares (originados en el financiamiento externo del gobierno) sobre el atraso cambiario, la salida de capitales y el consecuente deterioro de la cuenta corriente externa (más de 5% del PBI).  Los déficit gemelos finalmente precipitaron la virtual interrupción de financiamiento externo tanto del gobierno como del sector privado. Ello dio lugar a fuertes subas  de las tasas de interés domésticas y una caída del peso. Los ajustes de tarifas del primer cuatrimestre sumados a la devaluación del peso impactaron sobre la inflación del segundo trimestre dando cuenta de la contracción de salarios reales, la reducción del gasto público no indexado y la licuación de las deudas en pesos. La contracción resultante de la demanda agregada sumada a la contracción de la oferta debido al aumento en el costo financiero del capital de trabajo posiblemente lleven a una contracción del PBI en los próximos trimestres.

En dicho contexto se negoció un programa Stand By con el FMI por el cual se asegura financiamiento de US$50.000 millones a ser desembolsados en los próximos 3 años contra condicionalidad que exige un programa para alcanzar el equilibrio fiscal primario en 2 años y un programa monetario consistente con inflación de un dígito en 2021. El programa monetario restringe la expansión de base monetaria a la acumulación de reservas - no habiendo más financiamiento al gobierno. El programa requiere avanzar con: el plan de reducción de subsidios, la reducción del empleo público, restricciones al plan de obras públicas y transferencias discrecionales a las provincias; todos estos temas deberían ser abordados en el Presupuesto 2019. El saneamiento del balance del BCRA mediante el rescate del bono intransferible emitido por la administración anterior y el rescate gradual de las LEBACS y reemplazo parcial por bonos de plazos mayores contribuirá a reducir la inestabilidad financiera. Más allá del efecto licuación de deuda en pesos y gasto público no indexado por la mayor inflación (la expectativa de inflación pasó de 20 por ciento a 30 por ciento), el programa fiscal se complica por: la indexación de las jubilaciones a la inflación del año anterior, subsidios dolarizados, y el mayor peso del servicio de la deuda pública (debido a la devaluación). Existen además los riesgos externos incluyendo el recalentamiento de la economía de EEUU con la consiguiente suba de tasas de interés, el riesgo de guerra comercial entre EEUU y China,  y la incertidumbre económica o política de Brasil y la Unión Europea. 

Cuál es la lógica del plan económico del Gobierno para recuperar una senda de crecimiento sostenido? El programa fiscal y el programa de acumulación de reservas del BCRA es consistente con el mantenimiento de un tipo de cambio real competitivo – más allá del objetivo declarado de mantener un tipo de cambio flotante. El tipo de cambio elevado contribuirá a un aumento de las exportaciones netas permitiendo – eventualmente - morigerar el impacto negativo en la producción de bienes domésticos por efecto de la caída del consumo y la inversión. También se anticipa una mejora sustancial en la balanza de servicios de turismo con una significativa caída del turismo y de compras de argentinos en el exterior y una mejora del turismo interno. Otros factores de mercado que podrían contribuir a la recuperación son: una buena cosecha (en contraposición con las millonarias pérdidas de la última cosecha) y la baja del costo de construcción medido en dólares (que crea condiciones para el lanzamiento de nuevos proyectos y el descenso de los precios de la propiedad en dólares). El tipo de cambio depreciado funciona al igual que la política de tasas de interés elevadas a inducir un aumento del ahorro privado (en pesos) lo que contribuye a reducir el déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos. Eventualmente, el ahorro doméstico permitirá una recuperación de la inversión sin financiamiento externo. La pre-condición para la recuperación económica es la consolidación de la estabilidad financiera. El balance fiscal más equilibrado, que entre otras cosas es consistente con un tipo de cambio real más competitivo y una mejora de la cuenta corriente externa, es la clave para la estabilidad financiera. La credibilidad del programa fiscal es así crucial para permitir el descenso de las elevadas tasas de interés y la recuperación de la afectada cadena de pagos. A su vez la baja de tasas - facilitada también por la política anti-inflacionaria - permitirá estimular la oferta y la demanda mediante el menor costo del capital de trabajo y una mejora del consumo. La baja de tasas e inflación es una condición para la recuperación de los salarios reales y para que el mercado de crédito se reactive con un efecto multiplicador sobre la demanda agregada.

Más allá de la dinámica proyectada del plan económico, el gobierno ha encarado una serie de medidas para una recuperación temprana de la actividad:

 Entre ellas está. El gobierno contempla además las siguientes reformas (incorporadas en la Carta Intención al FMI):
i)              Reapertura de Paritarias. Ante el visible deterioro del salario real, el gobierno ordenó una recomposición automática del 5% de los salarios al margen de la posibilidad de reapertura de paritarias durante el segundo semestre (la cláusula gatillo de otro modo recién se habilitaría en 2019).
ii)             Ley de Financiamiento Productivo. Apunta a desarrollar el financiamiento para PYMES mediante facturas electrónicas y la simplificación del régimen de obligaciones negociables.  También se elimina la doble imposición para fondos cerrados de inversión productiva y en bienes raíces. Y se aumenta la transparencia en los mercados de capitales y el poder de regular y sancionar de la Comisión Nacional de Valores (CNV).
iii)           Crédito para capital de trabajo a tasa subsidiada. El reciente lanzamiento de esta línea a una tasa del 29%desde los bancos públicos por $26.000 millones está orientada sobre todo a las PYMES.
iv)           Ley de Defensa de la Competencia. Adhiere a las mejores prácticas internacionales para desincentivar la colusión y fortalecer la independencia, transparencia, eficiencia y predictibilidad de la defensa de la competencia. Se crea una autoridad independiente, la Autoridad Nacional de la Competencia (ANC), con poderes suficientes para adoptar sus propias decisiones, controlar su presupuesto y funcionar ajena a las interferencias políticas. La nueva Ley incluye un programa de indulgencia con el propósito de facilitar la detección, persecución y sanción de los carteles. La ley prevé la creación de un tribunal especializado (el Tribunal Nacional de Defensa de la Competencia) para  la revisión judicial de las decisiones de la ANC.
v)             Reforma del Estado. El Congreso aprobó recientemente una ley para remover regulaciones inútiles y normas costosas. Entre otras, la ley permite la creación simplificada de empresas, permite la digitalización de los libros de contabilidad, simplifica el proceso de otorgamiento de patentes, vuelve más expeditivo el establecimiento de los puertos, unifica el control del tráfico aéreo, remueve restricciones al transporte terrestre de mercadería y a la circulación de maquinaria agrícola y remueve barreras al acceso a servicios financieros. La ley también permite el uso de expedientes digitales y de firma electrónica en todos los niveles del gobierno nacional. Al margen de ello el gobierno central planea la reducción del plantel de empleados mediante la suspensión de nuevas contrataciones y retiros voluntarios.
vi)           Fortalecimiento de la Asistencia Social. El FMI acordó relajar la restricción fiscal hasta 0,2% del PBI en caso que el proceso de ajuste genere un mayor deterioro de una serie de indicadores sociales. 

Las siguientes medidas y-o políticas podrían – en forma complementaria - ayudar a mitigar los efectos contractivos y el costo social del proceso de ajuste. Algunas de estas medidas tienen un costo fiscal que el Gobierno tendrá que evaluar en función del balance fiscal global y el costo-beneficio económico y social de cada medida.  

a) Sector Financiero.
1.     
Reglamentación y puesta en vigencia inmediata de la Ley de Financiamiento Productivo. En particular, los fondos comunes de inversión cerrados podrían ser una valiosa opción de financiamiento para emprendimientos inmobiliarios y la factura electrónica podría dinamizar y abaratar el financiamiento del capital de trabajo de las PYMES.
2.     Exigir a los bancos asignar un porcentaje mínimo de su capacidad prestable a PYMES. El privilegio regulatorio de recibir depósitos no remunerados debería tener como correlato la exigencia de contribuir al financiamiento productivo. Alternativamente, se podría incentivar el crédito a PYMES mediante un encaje diferencial.
3.     Adopción de regulación bancaria anti-cíclica: menores provisiones y afectación de capital en la fase baja del ciclo económico. Esto contribuiría a que el crédito privado compense (al menos parcialmente) los efectos contractivos del ajuste en curso.
4.     Estímulos impositivos a las obligaciones negociables y-o fondos de inversión especializados en sectores productivos con externalidades para la economía. Por ejemplo, en sectores que contribuyen a mejorar el medio ambiente o que invierten en el desarrollo de tecnologías innovadoras. Dado que no existe o es muy bajo este tipo de financiamiento,  el beneficio impositivo por el crédito adicional superaría al costo fiscal ligado al stock inicia de crédito.
5.     Líneas bancarias de financiamiento de inversiones en UVA a mediano plazo para PYMES. Para mitigar el descalce de plazos con los depósitos en UVA se propone la creación de un fondo de garantía de refinanciación (riesgo de no renovación de depósitos). La garantía de refinanciación podría ser provista por Sociedades de Garantía Recíproca o por el Gobierno.
6.     Líneas de crédito para inversiones a largo plazo en UVA fondeadas por la Corporación Financiera del Banco Mundial y-o del BID. El riesgo cambiario (en caso que la devaluación futura supere a la inflación futura) podría ser cubierto en los mercados de futuros y opciones.
7.     Acelerar medidas para estandarizar hipotecas en UVA y promover reformas para la securitización de las mismas permitiendo así a los bancos calzar mejor los plazos de activos y pasivos. Para fomentar la demanda de hipotecas securitizadas se debería revisar los regímenes regulatorios de las companías de seguro y otros inversores institucionales permitiendo computar dichos instrumentos como parte del capital exigible.
8.     Promover la utilización del coeficiente de ajuste UVA en los contratos de alquiler y-o compra-venta de propiedades – incluyendo la fijación de precios de propiedades en UVA. Dada la raíz cultural bimonetaria de los argentinos ello requiere una campaña informativa explicando los beneficios de fijar precios en UVA – mayor estabilidad de los precios en relación al poder de compra de los adquirentes – así como incentivos económicos.  La fijación de precios de inmuebles en UVA permitirá independizar (en buena medida) el ciclo de precios de la propiedad de la evolución cambiaria.
9.     Para evitar resentir la cadena de pagos el Gobierno debería dar fiel cumplimiento a los compromisos de pago con sus proveedores.

b) Reformas tributarias, laborales y de jubilaciones

1.     Restablecimiento del ajuste por inflación para las nuevas inversiones, en una primera etapa, focalizando en las PYMES; con inflación del 30% una inversión que amortiza en 5 años reduce el importe real deducible un 61% Suponiendo una utilidad antes de deducir inversiones del mismo monto que la inversión, esto implica un impuesto a las ganancias 15% más elevado que el que se pagaría si hubiera ajuste por inflación. El costo fiscal será acotado por cuanto impactará solamente sobre las nuevas inversiones y puede ayudar a reactivar en forma permanente la inversión.
2.     Reglamentar el régimen que permite la devolución anticipada del IVA crédito para las inversiones.
3.     Extensión del régimen de trabajo temporario con aportes mínimos y sin costo de indemnización en la actual fase contractiva del ciclo económico.t
4.     La propuesta de blanqueo laboral debería ir acompañada de una reducción de aportes patronales más rápida que la prevista en la reforma tributaria. De otro modo el blanqueo elimina un riesgo pero se vuelve gravoso acto seguido.
5.     Considerar la sustitución gradual del régimen indemnizatorio actual por un seguro de desempleo (cubierto en parte por las empresas). Esto agilizaría la movilidad laboral y reduciría el riesgo de contratación mejorando la demanda de trabajo.
6.     Revisión del régimen de jubilaciones de privilegio, extensión de la edad de retiro y equiparación de los regímenes jubilatorios de hombre y mujeres.
7.     Creación de un régimen legal especial para regular los juicios laborales con el objetivo de disminuir la litigiosidad laboral.

c) Regímenes regulatorios

1.     Adopción de un régimen de aprobaciones transparente y eficiente para nuevas inversiones a nivel municipal, provincial y nacional. A tal efecto resulta importante la creación de plataformas digitales abiertas e interactivas y la fijación de plazos máximos de aprobación. Se podría habilitar un sistema de información para denuncias anónimas de corrupción.
2.     Estrategia global de lucha contra la corrupción mediante: DDJJ obligatorias a sindicalistas, jueces y fiscales, diputados y senadores; asegurar la independencia de la Oficina de Anti-Corrupción; agilizar el sistema judicial de procesamiento y expedición de dictámenes y sentencias.
3.     Agilizar recuperación de activos de la corrupción a través de la aprobación de la Ley de Extinción de Dominio. Los activos recuperados deberían atender programas de protección social a los sectores más vulnerables.
4.     Reasignación del gasto público reduciendo gastos de administración mediante informatización y tecnología y aumentando el gasto en los sectores sociales con planes integrales de reinserción social y económica incluyendo las principales dimensiones de pobreza (formalización, salud, educación, vivienda, entrenamiento laboral).
5.     Revisión del alcance y efectividad de la tarifa social extendiéndolo a todos los sectores más vulnerables. Ello debería ir acompañado de una revisión integral de la política tarifaria evitando las asimetrías observadas en pequeñas empresas y segmentos de la clase media afectada.
6.     Revisión de las tarifas de energía reguladas teniendo en cuenta mejoras de productividad.

d) Fortalecimiento de la Competencia.
1.     Creación de un sitio digital estatal para reducir los costos de intermediación en la cadena de valor que produce productos de la canasta básica. Allí podrían participar como oferentes pequeños proveedores y PYMES. El gobierno podría privilegiar el acceso a esta red a los sectores más vulnerables y a la vez proveer la infraestructura física y logística para el buen funcionamiento de este mercado.
2.     Urgente fortalecimiento institucional y fondeo de la Agencia Nacional de Competencia extremando su independencia y priorizando su accionar sobre los sectores concentrados que más impactan sobre la canasta familiar – por ejemplo, sector alimentos, productos y atención medicinal, servicios de infraestructura.


En el camino existen riesgos, tanto internos como externos. Entre los domésticos, además del posible bloqueo en el Congreso de reformas centrales para el cumplimiento de las metas fiscales, existe el riesgo que la demanda de pesos no se recomponga y que para esterilizar la emisión monetaria originada en acumulación de reservas el BCRA deba mantener tasas de interés elevadas - lo cual a su vez podría conspirar contra la recuperación económica. Entre los externos están los riesgos de una guerra comercial entre EEUU y China, nuevos aumentos de las tasas de interés en EEUU, una nueva crisis del Euro originada en Italia, una desaceleración de la economía china, etc. El tipo de cambio flotante en dichos contextos podría brindar un cierto confort pero no de podría descartar en dichos casos que se resienta o postergue el proceso de recuperación económica.