miércoles, 27 de noviembre de 2013

Economía y Democracia. ¿Porqué todos ganan con un plan consensuado?


Economía y democracia – ¿Porque todos ganan con un plan consensuado?

Es posible salir gradualmente del proceso estanflacionario y alcanzar una senda de crecimiento sostenido con aumento de empleo y disminución de la pobreza. Para ello es necesaria la búsqueda de consensos para un conjunto de políticas macroeconómicas coherentes y un mayor acercamiento al mercado. Ello podría contribuir a fortalecer la competencia democrática en el proceso de  transición hasta las nuevas elecciones en 2015 a la vez que mejorar las condiciones de vida la sociedad en el corto y en el largo plazo.

Los elementos básicos del plan serían:

i) Normalización de las relaciones financieras con el exterior para reactivar inversión y financiamiento externo multilateral y privado; esto contribuirá a mejorar la oferta de divisas y financiar la transformación del espacio fiscal evitando los tradicionales cimbronazos fiscales.

ii) Convergencia al equilibrio presupuestario (reducir subsidios y desgravaciones regionales, acotar crecimiento  del empleo público, ajuste por inflación de impuestos, y despolitización del federalismo fiscal) para reducir incertidumbre macroeconómica, reducir presiones inflacionarias y el desequilibrio externo y evitar un ajuste monetario brusco.

iii) En paralelo con i) y ii), levantamiento gradual del cepo cambiario  permitiendo el restablecimiento de un sistema de flotación administrada del tipo de cambio. Ello requiere un programa monetario y fiscal consistente para evitar que la recuperación de la competitividad (necesaria para la reactivación) no resulte en un nuevo salto inflacionario. La des-dolarización del sistema financiero y el bajo nivel de deuda pública en dólares implican que la economía no estará sujeto a los efectos balance negativos que se dieron a la salida de la convertibilidad.

iv) Mejora del clima institucional (INDEC, mayor autonomía del BCRA, menor intervencionismo empresario y protección discrecional, mayor integración comercial, des-burocratización de procedimientos administrativos) conducente a un mejor clima de inversión y asignación más eficiente de recursos permitiendo así mejorar la competitividad de mediano y largo plazo.

v) Políticas de infraestructura vía inversión pública y regulación orientadas a restablecer un sistema de precios relativos que fomenten la inversión y la sustitución de importaciones de energía y el abaratamiento del costo logístico.

vi) Políticas sociales estructurales para erradicar pobreza y mejorar igualdad de oportunidades (dieta alimentaria asegurada por el estado, acceso universal a prestaciones básicas de educación y salud a temprana edad).

El programa propuesto contempla un programa gradual de recortes calzado con medidas de tipo expansivo, a saber, mejoras en el clima de inversión, mejora del tipo de cambio, marco regulatorio de infraestructura pro-inversión, aumento de la oferta de divisas y financiamiento a través del regreso a los mercados voluntarios de deuda. La vuelta a un sistema de flotación administrada permitirá reducir o eliminar la amplia brecha cambiaria del dólar blue neutralizando así uno de los principales mecanismos de formación de expectativas inflacionarias.

La mejora del clima de inversión es un pilar crítico de la estrategia propuesta. Además de la resolución jurídica de la intervención de empresas nacionalizadas, y los defaults inconclusos (Club Paris, holdouts, CIADI), se debería proceder a la reformulación de los marcos regulatorios en los sectores de energía, transporte, agua y financiero. La reducción gradual de subsidios a productores del sector transporte y energía puede ir acompañada con la introducción de subsidios a los consumidores de menores recursos – con importante ahorro de recursos fiscales.

Se debería promover una vigorosa reinserción del país en el comercio global incluyendo nuevos acuerdos regionales y reglas claras para la inversión incluyendo el sector minero y desregulación de sectores protegidos como el automotriz, electrodomésticos y laboratorios (productos ostensiblemente más caros que en los países vecinos). El país puede modernizarse con ayuda de la inversión extranjera – uno de los rubros donde la Argentina peor compara con sus pares regionales.

En el plano social, urge la adopción de un plan integrado de reducción de la pobreza combinando la dimensión de asistencia con metas de educación, salud y vivienda; ello requiere revisar las estadística de pobreza a la luz de la inflación real e institucionalizar la asistencia a través de transferencias condicionadas. Al efecto progresivo que tendrá la actualización automática de los mínimos no imponibles del impuesto a las ganancias, se debe sumar la actualización sistemática de la asignación y la jubilación universal. La reducción gradual de la inflación permitirá solidificar los logros en materia de reducción de pobreza.


(1) El autor es Licenciado en Economía de la UBA y Doctor en Economía por la Universidad de Oxford. Se desempeñó como economista lider del Banco Mundial para Uruguay y Chile y fue Gerente de Análisis Financiero del Banco Central de la República Argentina.

martes, 12 de noviembre de 2013

El Futuro de las Ciudades

El Futuro de las Ciudades

Por Daniel Oks

El crecimiento de las grandes ciudades se explica en buena medida por las economías de conocimiento (la creación de redes de negocios y redes sociales que generan información y contactos valiosos particularmente en terminos de acumulación de conocimiento), por las economías de escala en la provisión de infraestructura (menor requerimiento de redes de agua, gas, energía y caminos por habitante), y por los menores costos de transporte (distancia al trabajo, proximidad al mercado y fuentes de insumos). Históricamente además las ciudades se originan y desarrollan como nodos de comercio y a menudo desarrollan especializaciones que mutan con las tendencias del comercio y los avances tecnológicos. Además recientemente, se tiende a reconocer la mayor eficiencia ambiental que la concentración urbana puede generar debido a mayor disponibilidad y uso de transporte publico, menor recorrido promedio vehicular (entre residencia y trabajo), ahorro de energía en climatización de viviendas (una edificio en torre con 100 departamentos requiere menos energía que 100 casas de igual superficie). Al conjunto de estas economías se las suele denominar economías de aglomeración.

¿Quiere eso decir que se deben promover, desde las políticas públicas, las ciudades altamente concentradas o verticales? No necesariamente.

Primero, si el objetivo es maximizar la utilidad social, se debe tener en cuenta - además de las externalidades ambientales y de infraestructura y las economías de información - la calidad de vida de los individuos y, en particular, sus preferencias en cuanto a proximidad con la naturaleza, costos de congestión, y otras deseconomías de aglomeración como puede ser la contaminación urbana. A la hora de efectuar elecciones individales o sociales, puede ser que el individuo privilegie la ausencia de ruido, la proximidad a un parque o el verde de su jardín que la proximidad a profesionales de su rubro. O también puede ser que, complementariamente a lo anterior, el individuo prefiera tener un trabajo de menor productividad pero cerca de su casa que minimice su tiempo de viaje y le permita mejorar su calidad de vida dedicando más tiempo a la familia, su conocimiento o recreación.  

Segundo, la auto sustentabilidad ambiental de las configuraciones espaciales puede depender de otros factores que la verticalidad u horizontalidad de las ciudades. Puede depender por ejemplo de cómo se aprovechen las fuentes primarias de generación y uso eficiente de energía; por ejemplo, en áreas rurales y/o suburbanas existe mayor posibilidad de generar energías alternativas. Asimismo, existen mayores posibilidades de autosuficiencia de agua en áreas de baja densidad, por ejemplo, a través de la recolección de agua de lluvia. También la eficiencia ambiental urbana depende de la planificación de redes de transporte público eficiente y la regulación del transporte en general. Así, las políticas de descentralización urbana pueden preservar las economía de información en el centro facilitando la desconcentración residencial a los suburbios pero limitando la conectividad entre centro y suburbios al transporte público eficiente.

Tercero, las economias de infraestructura pueden ser contrarestadas por el elevado costo de ampliar la infraestructura urbana. Puede ser mas económico construir un tren rápido que conecte al centro de la ciudad con una ciudad satélite que expandir la red de transporte urbano a alto costo; ésto tiene que ver con las indivisibilidades en la provisión de infraestructura. Por otro lado, la incorporación de infraestructura de alta gama (por ejemplo trenes de alta velocidad) permite que las economías de aglomeración se den en un espacio considerablemente más extendido. De ahí el crecimiento horizontal de varias ciudades creando áreas metropolitanas extendidas. 

Cuarto, a menudo los procesos de descentralización se producen en forma espontánea a través del mercado y generan soluciones urbanas eficientes. Las deseconomías de aglomeración incluidos los costos de congestión y contaminación hacen que las fuentes de trabajo se vayan desplazando espontáneamente hacia la periferia de la ciudad. A menudo ello es facilitado por la rápida y eficiente diseminación de tecnología a través de redes de internet que hacen menos locación-dependiente la generación y comunicación de conocimiento. Si bien esto en general no logra contrarestar las economías de información en su totalidad, en varios casos las relativiza. Y en algunos puntos focales de la periferia a menudo se generan economías de información especializadas como puede ocurrir en parques y zonas industriales, en distritos tecnológicos ligados a centros universitarios y o de investigación, en polos gastronómicos y o en áreas de recreación. Asimismo, con el éxodo de industrias y oficinas a menudo los centros urbanos se refuncionalizan creando centros de atracción culturales (museos, teatros), polos gastronómicos, o distritos de diseño o arte. Esto permite revitalizar el centro pero con fines distintos y permitiendo inclusive relativizar los costos de congestión que genera la aglomeración de oficinas por ejemplo.

En síntesis, las configuraciones espaciales eficientes mencionadas pueden darse en las ciudades, en su entorno suburbano o inclusive en su entorno rural. Las ciudades verticales no son necesariamente más eficientes en términos ambientales ni económicos. La descentralización planificada puede inclusive contribuir a potenciar las economías de conocimiento tanto en el centro como en la periferia de las regiones metropolitanas. De ahí que si bien las ciudades verticales, acompañadas de políticas y regulaciones adecuadas, son una opción válida, no son estrictamente una necesidad. Hemos visto que un conjunto de políticas y regulaciones pueden también favorecer el desarrollo horizontal de las ciudades con importantes beneficios para el medio ambiente, el costo de la infraestructura, y la posibilidad de acomodar preferencias individuales hacia entornos con menores niveles de aglomeración.

Las economías de información surgen de la potencial sinergía sobre el conocimiento que la proximidad de las personas permite. El intercambio de información es más fluido – sobre todo cuando la complejidad del conocimiento requiere interacción física. Sin embargo, la especialización del conocimiento permite y a menudo exige la creación de subregiones dentro de la ciudad o del área metropolitana extendida. Sistemas de transporte y comunicación eficientes son potencian dichas oportunidades que se pueden dar tanto en ciudades verticales como horizontales.

Existe evidencia de que el triunfo de las ciudades – inducido por las economías de aglomeración - no es inexorable. 8 de las 10 ciudades más grandes en Estados Unidos en 1950 han perdido al menos un sexto de su población.[1] Algunas tendencias recientes sugieren que hay un límite natural al tamaño eficiente de las ciudades – el ritmo de crecimiento de las ciudades se desacelera después de cierto tamaño – según un informe del Banco Mundial, las que más rápido crecen tienen alrededor de 1 millón de habitantes.

La conclusión es que en lugar de modelos de urbanismo basados en la concentración, se debe pensar en opciones de planificación para entornos urbanos más amplios, donde el bienestar y la armonía con la naturaleza – más que la densidad – se complemente con el foco de eficiencia económico-ambiental.  Lo esencial en este proceso de crecimiento es la planificación integral del territorio tomando en cuenta la preservación del entorno natural (tanto en lo paisajístico como en el cuidado de la flora y fauna) apuntando a mejorar la calidad de vida, la sustentabilidad ambiental, la eficiencia de la infraestructura y las sinergías ligadas a las economías del conocimiento. En dicho proceso, los planificadores deben: evaluar el desarrollo de medios de transporte eficientes inter e intra-urbanos con adecuada regulación que internalice los deseconomías de aglomeración; establecer procesos de zonificación previendo el crecimiento con requerimientos de inversión de infraestructura a los desarrollistas privados; fijar requerimientos ambientales para las distintas actividades o usos; refuncionalizar los centros de las ciudades teniendo en cuenta avances tecnológicos, tendencias culturales, ventajas comparativas e identidades históricas; y acompañar o potenciar procesos de desarrollo eficiente desarrollados por el mercado.






[1] Trumph of the City, Edward Glaeser. Penguin, 2011.

martes, 15 de octubre de 2013


ECONOMIA Y REAL ESTATE _ ESCENARIOS Y OPCIONES -17 AGOSTO 2012. Publicado en LA NACION por Daniel Oks
En un contexto internacional de precios récord de commodities de exportación y de oferta doméstica excedente de factores productivos, la visión del Gobierno era que la economía requería una buena caja, un sistema de control de ciertos precios y tarifas, y un tipo de cambio real depreciado. En dicho contexto, los superávits fiscal y comercial facilitaron un proceso de desendeudamiento con un crecimiento récord del producto de en promedio 7,8% en 2003-2011. A pesar de la ausencia virtual del crédito hipotecario, el sector inmobiliario fue un gran beneficiario de la expansión del producto.
Las políticas macroeconómicas expansivas hicieron que el gasto público primario creciera de 16,9% del PBI en 2002 a 30,5% en 2011. Asimismo la fuerte expansión monetaria -33% anual en 2003-2011- explica que la inflación creciera del 4% a cerca del 25%. La situación fiscal se agravó a partir de 2008: el superávit primario pasó de 3,1% en 2008 a 0,3% en 2011. Ello conllevó un deterioro del superávit comercial -de US$16,9 mil millones en 2009 a US$10,3 mil millones en 2011 a pesar de las mejoras en los términos de intercambio y a una fuerte apreciación cambiaria- el tipo de cambio real multilateral se apreció 23% entre 2008 y 2011. Junto con la creciente vulnerabilidad fiscal y medidas intervencionistas (Indec, estatización de pensiones, expropiación de YPF) el riesgo país aumentó desde menos de 300 puntos básicos en 2007 (niveles cercanos a los de Brasil entonces) a alrededor de 1100 puntos básicos en la actualidad. La introducción de controles cambiarios progresivos a partir de octubre 2011 amplió la brecha cambiaria al 50 por ciento. La consecuencia fue una brusca desaceleración de la economía desde fines de 2011, con caídas absolutas de la inversión y la actividad industrial en el segundo trimestre de 2012. Este ciclo más el cepo cambiario -hasta hace poco el dólar era la moneda corriente en transacciones inmobiliarias- afecta fuertemente al Real Estate. No obstante, la misma brecha cambiaria permite financiar nuevas construcciones a un costo en dólares más bajo. También las nuevas restricciones de ahorro en dólares fortalecen la demanda de Real Estate como refugio para aquellos que disponen de pesos. La incertidumbre macroeconómica y el escenario estanflacionario más la escasez de crédito, constituyen una enorme limitación para el futuro del sector.
La estrategia del Gobierno es el resultado de una visión incompleta del equilibrio macroeconómico. La política fiscal y monetaria debería ser consistente con una gradual reducción de la inflación y con la normalización del mercado cambiario. Ello a su vez contribuiría a mejorar la competitividad externa y facilitar la recuperación económica. El anuncio de una meta de inflación decreciente acompañada de políticas monetarias consistentes requiere un programa fiscal de recomposición y reducción del gasto público. Una medida sería elevar las tarifas de energía y reducir y redireccionar subsidios a los sectores más necesitados. A la vez la reducción de la inflación tendrá un efecto redistributivo en favor de los sectores de menores ingresos (el impuesto inflacionario es el más regresivo) y permitirá reactivar el crédito hipotecario en favor de amplios sectores de la clase media. La reducción de la incertidumbre, la restitución de los precios relativos de equilibrio (tipo de cambio y tarifas) y la consistencia de las políticas macroeconómicas permitirán restablecer el equilibrio macroeconómico. La estrategia planteada permitirá alcanzar crecimiento con estabilidad e inclusión social e impulsar el Real Estate..

lunes, 14 de octubre de 2013


Escenarios económicos post elecciones legislativas

11 de Octubre 2013

Los impulsos externos y domésticos que sostuvieron el crecimiento en 2003-2011 parecen haberse agotado. La incertidumbre política sumada al atraso cambiario y tarifario y a los desajustes fiscales se suman a un clima internacional incierto con pobre perspectiva para nuevos booms de nuestros commodities de exportación.

La perspectiva de un gobierno más amigable con el mercado a fines de 2015 puede vía expectativas tener una serie de efectos favorables sobre la economía - tal como se ha constatado recientemente en la Bolsa. Más aún, si el gobierno retoma la iniciativa de mejorar el acceso a los mercados de capitales y comienza a reducir algunas distorsiones (como ha dado señales recientemente por ejemplo con el tipo de cambio). En dicho contexto, lucidez mediante, el gobierno actual podría pactar con los sectores de oposición (dentro y fuera del peronismo) un paquete de reformas que afiancen las tendencias anteriores y a la vez permitan anticipar (o no postergar) los ajustes necesarios para reducir la probabilidad a futuro de ajustes bruscos de tarifas, tipo de cambio y salarios. Dichos paquetes a su vez podrían tener un efecto expansivo sobre la inversión suavizando aliviando los costos del ajuste en el gasto público. La oposición, también lucidez mediante, debería darse cuenta de los beneficios de dicho curso de acción en un período de reducida gobernabilidad. Los ajustes incluirán seguramente una trayectoria fiscal mas equilibrada con reducción de gasto en subsidios, contrataciones públicas y sueldos, normalización del INDEC, renegociaciones con acreedores externos, gradual corrección de tarifas y tipo de cambio (con posible desdoblamiento temporario).

Si en lugar de la lucidez primara la ceguera, el aislamiento político del gobierno seria mayor y la penalidades económicas también. El crédito multilateral no volvería y las distorsiones de precios relativos elevarían la incertidumbre de la inversión y las expectativas de aumentos futuros más bruscos e inflacionarios. La profundización del intervencionismo podría agudizar las divisiones políticas internas pero difícilmente pueda – bajo las circunstancias actuales – beneficiar al bolsillo del votante. Con el agotamiento del espacio keynesiano, el continuo drenaje de reservas  internacionales y la pérdida de credibilidad por parte de los inversores, la rentabilidad (política) del intervencionismo está en baja. Esta última tal vez sea la razón por la cual este escenario se vuelva en el curso de los próximos meses el de menor probabilidad.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Argentina – Economía de transición.


Argentina – Economía de transición.


En la última década, el objetivo social de una baja tasa de desempleo se ha logrado; y algunos fundamentos macroeconómicos - al menos hasta 2007 - se han cuidado más que en otros ciclos de expansión – el balance fiscal, el nivel de endeudamiento público, el nivel de reservas y el balance comercial. De 2008 en adelante, sin embargo, se ha descuidado el equilibrio fiscal y monetario y se ha conspirado sistemáticamente contra el clima de inversión a través de: actos de corrupción; impuestos distorsivos; precios regulados que priorizan la importación sobre producción doméstica (energía) o desincentivan a sectores eficientes (agropecuario); la intervención del INDEC (subestimación de la inflación y la pobreza y sobreestimación del crecimiento); proteccionismo exacerbado por el cepo cambiario; y el incumplimiento de compromisos internacionales (cuasi-confiscación de YPF y Aerolíneas, holdouts, Club de Paris, dictámenes del CIADI).

Las dificultades para seguir progresando en el alcance de las metas socio-económicas en el contexto estanflacionario actual pone en cuestión la validez de la estrategia macroeconómica oficial. La misma tiende a exacerbar la inestabilidad macroeconómica debido a la profundización de distorsiones de precios relativos (tarifas) y los desequilibrios monetarios (huída del peso e inflación). La elevada brecha del mercado de cambios paralelo sobre el oficial a su vez alimenta expectatvas inflacionarias y la profundización de distorsiones aumenta el riesgo de inflación reprimida. En este contexto, la equidad también se halla comprometida debido al carácter regresivo del impuesto inflacionario. Por otro lado, la mala regulación en sectores de infraestructura da cuenta del magro nivel de inversión en energía, transporte y saneamiento; el deterioro del balance comercial energético y el aumento del costo logístico.  El atraso cambiario conspira contra la producción doméstica y el empleo.

Tras las PASO de Agosto, y ante el riesgo de una pérdida de gobernabilidad después de las elecciones legislativas de Octubre, existe más que nunca la necesidad de adoptar un plan de consensos mínimos entre el gobierno y las diversos sectores de oposición. En líneas generales, dicho plan debería aspirar a erradicar el proceso estanflacionario actual apelando a políticas fiscales y monetarias gradualistas y – sobre todo – a restituir un clima de inversión favorable. Los elementos centrales de dicho plan podrían ser:

i)              Normalización del acceso a los mercados internacionales de capital (resolución de los holdouts, Club de Paris, normalización del INDEC); ello permitirá abaratar el costo del financiamiento y acceder a líneas para importantes obras de infraestructura en las áreas de saneamiento, energía y transporte.
ii)             Reemplazo del cepo cambiario por un régimen de flotación administrada; ello contribuirá a mejorar la competitividad del sector transable y a liberar el acceso a insumos industriales críticos.
iii)           Anuncio de un plan fiscal y monetario consistente incluyendo:   adopción de metas de inflación; racionalización del gasto público reduciendo subsidios (3% del PBI); reducción de las desgravaciones impositivas regionales (Tierra del Fuego cuesta 0,5% del PBI); mejora del gobierno corporativo de empresas públicas (Aerolíneas Argentinas pierde 0,5% del PBI e YPF no logra financiar su plan de inversiones); mayor correspondencia entre transferencias fiscales y responsabilidades de las provincias; y ajuste por inflación de los balances de las empresas y de los mínimos no imponibles de los trabajadores.
iv)           Acciones firmes contra la corrupción y reformulación de los marcos regulatorios en los sectores de energía, transporte y financiero.  Simplificación y transparencia de procesos administrativos y judiciales en todos los niveles de gobierno. Racionalización de la estructura tributaria: reduciendo la carga tributaria sobre los trabajadores y PYMES; asegurando mayor consistencia entre los gravámenese municipales, provinciales y nacionales.
v)             Vigorosa reinserción del país en el comercio global incluyendo nuevos acuerdos regionales y reglas claras para la inversión incluyendo el sector minero y desregulación de sectores protegidos como el automotriz, electrodomésticos y laboratorios (productos ostensiblemente más caros que en los países vecinos).
vi)           Adopción de un plan integrado de reducción de la pobreza combinando la dimension de asistencia con metas de educacion, salud y vivienda; ello requiere institucionalizar la asistencia a través de transferencias condicionadas.

Este conjunto de medidas permitira restituir la razonabilidad macroeconómica y materializar mejoras en el clima de inversión; los mismos son la base para retornar a un regimen de crecimiento sostenido con mejoras profundas en indicadores sociales como el empleo privado y la pobreza. El Gobierno debe internalizar el rédito político de este tipo de medidas por la posibilidad de mejorar condiciones para sostener políticas sociales. La oposición debe entender que ello contribuirá a mejorar las condiciones inciales desu eventual gestión. 

martes, 13 de agosto de 2013


ARGENTINA Y LA CRISIS GLOBAL DE 2009 - OPCIONES

I - Crisis financiera y rebalanceo de la economía global

La economía global, impulsada por políticas monetarias y fiscales pro-cíclicas en EEUU, Japón y países emergentes como China e India ha inducido una tasa de expansión récord en la posguerra y, ligado a ello, una estampida en el precio de los commodities. El aumento del crédito y la liquidez global – exacerbados por el elevado apalancamiento de bancos de inversión - tuvieron un fuerte impacto positivo en el valor de activos inmobiliarios y conllevaron un fuerte aumento del flujo de capitales hacia países emergentes. Todo ello ocurrió a la luz de regulaciones y supervisión insuficientes para limitar la inestabilidad potencial de los mercados de capitales mientras los productos derivados quintuplicaron su volumen y la propiedad duplicaba su valor en escasos 5 años. La percepción de aumento en la riqueza financiera tuvo a su vez un fuerte impacto sobre el consumo global induciendo, en el caso de EEUU, una tasa de ahorro negativo para las familias e importantes déficits de su cuenta corriente externa. Dichos déficits eran financiados por países superavitarios como China y los exportadores de commodities mientras el dólar se debilitaba frente a las demás monedas duras.

La importante corrección en el valor de los activos subyacentes de los instrumentos colateralizados – principalmente las hipotecas que gravaban la propiedad – tuvo un fuerte impacto sobre el valor de dichos instrumentos (que a su vez mantenían – perversamente - elevadas calificaciones de las agencias de evaluación de riesgo crediticio). Los optimistas confiaban que las tenencias de dichos instrumentos estaban bien diversificadas en carteras de inversores y no concentradas en entidades financieras. Sin embargo la realidad demostró que el capital de varias entidades financieras quedó comprometido. Ello obligó a éstas a volcar al mercado grandes cantidades de instrumentos colateralizados deprimiendo aún más su precio. Los más recientes procesos de contagio en que inversores no discriminaban adecuadamente la calidad de los activos de diferentes entidades financieras y/o mercados terminó generando un pánico. En particular, la virtual parálisis del crédito comercial e interbancario indujo una fuerte contracción en los países industriales garantizando de hecho el comienzo de una recesión en dichos países.

La corrección en el precio de los activos – y su efecto multiplicador negativo sobre el crédito (des-apalancamiento) – y la contracción de la riqueza financiera pueden verse tanto como parte de un proceso de corrección de excesos financieros como de un proceso de rebalanceo de la economía global.  Ciertamente la corrección de desequilibrios macroeconómicos y financieros tal vez podría haberse alcanzado gradualmente a través de políticas monetarias, fiscales y regulatorias mejor coordinadas y más anticíclicas. Pero por la magnitud de los ajustes que se están dando en el sector inmobiliario y financiero, hoy la pregunta relevante es como mitigar las consecuencias de un aterrizaje  brusco y sobre todo cómo evitar que el mismo se traduzca en una profunda recesión global.  Ya se ha producido una reacción más o menos coordinada de gobiernos de los países desarrollados y algunos emergentes sentando algunos de lo principios de lo que sería una red de salvataje de bancos y depositantes. Resta ver si el diseño de la misma es efectivo o no y si se puede extender dicha coordinación a políticas regulatorias y de supervisión, políticas monetarias y cambiarias y políticas fiscales.

La estrategia de salvataje financiero no debería perder de vista que la rebalanceo de la economía global (boom de consumo insostenible) y la corrección de desequilibrios externos (grandes déficits en EEUU y grandes superávits en China y otros asiáticos así como en países exportadores de commodities) resulta deseable para la estabilidad global. En tal sentido, no todos los efectos de la reciente crisis financiera son nocivos. Así como es riesgoso caer en el abismo - en que el pánico genera un círculo vicioso de desintermediación y deflación de activos, también lo es pretender perpetuar una tasa de crecimiento a  través de políticas procíclicas que profundizan desequilibrios y alientan la  inflación global.

La estrategia de rescate bancario requiere coordinación de estrategias y políticas de los tesoros y bancos centrales de países industrializados y de países emergentes de peso (particularmente China).  Los bancos centrales ya han tomado recaudos – ofreciendo garantías y líneas de crédito - para mejorar la fluidez de los medios de pago, el crédito comercial de corto plazo y el crédito interbancario. Los tesoros a su vez han comprometido recursos fiscales para atender las situaciones de insolvencia originadas en el desplome del precio de activos que constituyen el capital de los bancos. Los bancos de inversión grandes de EEUU han sucumbido antes que la red de salvataje comience a tomar forma – algunos bancos fueron liquidados, otros absorbidos y otros se convirtieron en bancos comerciales.  Los recursos fiscales han ido a recapitalizar a las entidades financieras o bien – en el caso de EEUU - a ofrecer garantías (parciales al menos) sobre los activos incobrables de los bancos.  La inyección de patrimonio por los estados es en el primer caso a priori menor – precisamente porque el capital de un banco tiene un efecto de apalancamiento sobre los activos del mismo. Sin embargo, si los activos del banco se siguen deteriorando, la inyección de capital puede aumentar convirtiéndose eventualmente en igual de gravosa.

La provisión de recursos fiscales para atender situaciones de insolvencia es política y técnicamente compleja. Debe cuidar la equidad (evitando que los contribuyentes terminen solventando a banqueros ricos) y evitar el riesgo moral (si los que toman riesgos no afrontan las pérdidas se incentivan comportamientos que no evaluarán adecuadamente los riesgos en el futuro). Para ello, los tesoros han optado por tomar participaciones accionarias en las entidades intervenidas o, en el caso de la compra de activos “tóxicos” proyectan fijar un precio que permita recuperar el costo de inversión bajo mejores circunstancias (el precio no puede ser ni tan bajo que no genere interés al banco en vender, ni tan elevado que involucre una pérdida segura). Dicho precio – el de las hipotecas y/o acciones de los bancos – debe (en teoría) distinguir entre el descuento que implica la mala calidad del activo como resultado de una mala gestión de riesgo y el descuento que el pánico y el contagio pueden generar. También los países han aumentado los montos de depósito sujetos a garantía a través de fondos de garantía (financiados con recursos de los propios bancos o del estado mismo). En vista del carácter sistémico de la crisis, las acciones coordinadas entre países son importantes para evitar el arbitraje regulatorio – huída de capitales de los países con redes de salvaje más débiles a los otros.

Así como las operaciones de salvataje son operaciones de emergencia, la salida ordenada de la crisis y la recuperación de una senda de crecimiento sostenido requiere dar señales convincentes sobre políticas consistentes y coordinadas a aplicarse en el futuro:

i) Coordinación de políticas macroeconómicas. En general sería deseable que los países desarrollados adopten políticas monetarias y fiscales anticíclicas. Ello reduciría la probabilidad que surjan nuevas “burbujas” en el valor de activos (aumentos sistemáticos en los precios de activos independiente de la evolución de los “fundamentales” de los mismos). Además sería positivo una mayor coordinación para evitar desequilibrios externos. Políticas monetarias y cambiarias más restrictivas en los países emergentes de Asia (por ejemplo, un tipo de cambio más apreciado en China y más depreciado en EEUU y la UE) permitiría suavizar el impacto recesivo en los países industrializados a la vez que contribuiría a frenar el componente más dinámico que en el margen explicó el aumento en el precio de los commodities. 

ii) Políticas regulatorias y de supervisión.  La introducción de regulaciones y supervisión anticíclicas debería considerarse seriamente. Por ejemplo, se podrían adoptar  requerimientos de capital crecientes (sean bancos comerciales o de inversión) en función de la evolución del precio de un activo y/o del ciclo económico. Un esfuerzo importante debe efectuarse también en materia de transparencia informativa, particularmente, en lo que hace a las tenencias de instrumentos financieros – y sus riesgos intrínsecos – por parte de entidades financieras como bancos e inversión y companías de seguros. Como parte de dicho proceso de mejora de transparencia, también debería mejorarse el marco regulatorio de las companías calificadoras de riesgo (uno de los pilares de los excesos cometidos con los instrumentos de deuda colateralizados con hipotecas).

En cualquier caso, el desafío es lograr avanzar en las direcciones mencionadas sin destruir los incentivos a la innovación financiera. No se debe perder de vista que – más allá de los excesos que ha habido - dichas innovaciones han contribuido y seguirán contribuyendo al aumento de la productividad y el crecimiento del sector real de la economía. El desarrollo de los  mercados de capital permiten hallar el fondeo para sus inversiones al menor costo y permitiendo a las empresas focalizarse en la gestión de los riesgos específicos del sector en que operan.  Esa es la verdadera revolución de las finanzas y sería un pecado mayor destruirla.



II - Argentina antes y después de la crisis: ¿Ganador o Perdedor?

El PBI de Argentina aumentó cerca de un 50% entre 2001 y 2008. Ello es un aumento notable – particularmente teniendo en cuenta la fuerte contracción ocurrida en 2002. A dicha performance contribuyeron, además de la situación inicial con capacidad excedente debida al estancamiento de la economía entre 1998 y 2001, los elevados precios de los commodities ligados a su vez al fuerte crecimiento de la economía y la liquidez internacional. Si bien al gobierno se le debe dar crédito por haber mantenido una caja fiscal relativamente ordenada, las políticas fiscales, monetarias y cambiarias han sido fuertemente pro-cíclicas.

Como resultado de ello, la fuerte recuperación tuvo un precio elevado en términos de inflación creciente – la misma pasó de menos de 5% a comienzos de 2004 a 10,9% en 2006 y entre 25% y 30% a mediados de 2008. Y aún antes que la crisis financiera internacional se declarara con toda su virulencia (tras la quiebra del banco Lehman Brothers), ya la Argentina había comenzado un proceso de enfriamiento debido a la elevada inflación, el elevado riesgo país, y la creciente vulnerabilidad financiera del estado. Lo último se debía no tanto al volumen relativo de la deuda como a las crecientes amortizaciones con pérdida de reputación en los mercados de capitales del exterior y – más recientemente - locales.

Las fuertes caídas en el precio de los commodities, precedidas por un aumento inusitado del gasto primario en años recientes, y ligadas al enfriamiento de la economía global, sumadas al aumento de la aversión al riesgo internacional comprometen aún más la viabilidad del modelo de desarrollo aplicado desde 2002-2003. Dicho modelo estaba basado en capacidad productiva excedente, caja equilibrada y elevados precios de exportación, condiciones que fueron deteriorándose aún antes del último capítulo de la crisis financiera global. A ellos se sumó, para elevar el riesgo país a niveles de default, el constante descuido del marco institucional, las reglas de juego para los inversores en sectores denominados por el gobierno “estratégicos”, y la autarquía financiera (a pesar de tardíos y vanos anuncios de renegociar la deuda con el Club de París y los holdouts del canje de 2005). El desbarranque del riesgo país – con el rendimiento de los bonos soberanos en dólares superando el 60% anual – se potenció con el reciente anuncio de la estatización de los fondos de pensiones que además privó a los mercados de capitales local de su principal agente dinamizador. En la situación actual, es esperable una parálisis de la inversión productiva - de considerable mayor magnituda a la observada en países vecinos igualmente expuestos a las condiciones internacionales pero mejor posicionados en lo aspectos institucionales y el clima de negocios en general.

i) La situación a Agosto de 2008 – Algunas señales de corrección antes del estallido de la crisis global.

El deterioro del clima de negocios – particularmente durante la crisis del campo entre marzo y julio 2008 - y la creciente vulnerabilidad fiscal y financiera del gobierno aumentaron el riesgo país y con ello aumentó la probabilidad de un proceso de estancamiento con inflación - “estanflación”. El riesgo, medido por el diferencial entre el Boden 2015 y el Bono del Tesoro de EEUU de similares plazos, rondaba en Agosto los 1100 puntos básicos – ello desalentaba las actividades productivas y elevaba peligrosamente el servicio de deuda pública. El riesgo soberano aumentó mucho más rápido que el de los países vecinos a partir de 2007, en buena medida debido a la intervención del INDEC para subestimar la inflación real. Pero también influyeron en dicho comportamiento los siguientes factores: i) la falta de transparencia y previsibilidad de reglas de juego en los sectores regulados (campo, infraestructura); ii) el excesivo poder del Ejecutivo en cuestiones presupuestales (el gasto público primario se incrementó 179% en términos nominales entre 2002 y 2007 frente a un aumento del IPC de 57%); iii) pro-ciclicidad monetaria-cambiaria (tipo de cambio fuertemenete depreciado contra la canasta de monedas); iv) distorsiones de precio crecientes en sectores de energía y transporte – con restricciones de oferta y fuerte aumento de los subsidios públicos;  y v) autarquía financiera evidenciada en la falta de resolución de la deuda con el Club de Paris, los holdouts y el default implícito en los bonos ajustados por CER (ligado a la intervención del INDEC) tras una innecesariamente prolongada e incompleta renegociación de la deuda en default.  

La situación se complica por las crecientes necesidades de financiamiento del gobierno originadas en el explosivo aumento de subsidios privados ($13.000 millones en la primera mitad de 2008 - también jubilaciones, transferencias a las provincias e inversión), mayores vencimientos de deuda (los mismos pasan de US$6.000 a US$10.000 millones anuales a partir de 2009) y la creciente tasa de interés de mercado (así como al step-up de tasas de interés negociado en el canje de 2005). Pero lo que más agudiza el problema del financiamiento no es tanto la magnitud de los vencimientos como el virtual racionamiento en los mercados voluntarios de crédito.

En vista de la ocurrencia simultánea de alta inflación – con el potencial impacto sobre la puja distributiva – y elevadas necesidades de financiamiento, el gobierno había comenzado a tomar algunas medidas que parecían traer cierta consistencia a la atención de la cuestión inflacionaria y financiera del gobierno. Por ejemplo, la apreciación del tipo de cambio (para contener la inflación), ajustes selectivos de tarifas (para reducir subsidios), negociaciones salariales más restrictivas, recortes presupuestarios (principalmente inversión y transferencias a las provincias) y remisión al Congreso de temas conflictivos y complejos (retenciones al agro, nacionalización de Aerolíneas Argentinas).  También – con la intención de normalizar las relaciones con los acreedores - se dieron señales en cuanto a una posible cancelación de deuda con el Club de Paris y un acuerdo posible con los holdouts. La consistencia macroeconómica requería coordinar las políticas fiscales y monetarias y – en paralelo - una gestión de deuda activa que permita recuperar la confianza de los mercados de capitales (negociación con Club de París y holdouts). Si bien uno de los temas centrales de la incertidumbre institucional y macroeconómica quedaba sin resolver – la normalización del INDEC - la estrategia del gobierno parecía encaminada a resolver al menos algunos de los problemas más acuciantes que afectaban la macroeconomía.

Sin embargo, el gobierno carecía de una visión y una estrategia global orientada a resolver las cuestiones estructurales que impactaban tanto sobre la macroeconomía como sobre el clima de negocios y por ende la inversión y el crecimiento. Por ejemplo, en los sectores de infraestructura el objetivo debería haber sido incentivar la inversión privada y reducir la necesidad de subsidios e inversión pública a través de reglas de juego claras para la inversión y una política tarifaria consistente. Ello permitiría minimizar la necesidad de inversión pública y reorientar los subsidios focalizándose en los sectores más necesitados contemplando la adopción de una tarifa social destinada a los sectores de menores ingresos – la economía de subsidios hubiese sido importante tanto en términos fiscales como de equidad. Frente a este enfoque estructural con claro impacto fiscal positivo, la alternativa de licuar el gasto público primario por la vía de la inflación (más allá de la limitación impuesta por la reciente indexación de jubilaciones) es socialmente regresivo y económicamente ineficiente.

Por el lado de los ingresos fiscales, teniendo en cuenta que el país ya había alcanzado un record de recaudación (25% del PBI en 2007) y que la economía se encontraba en una fase de desaceleración, no parecía viable elevar significativamente la misma. Más bien, existía el riesgo de una caída en la recaudación ante posibles nuevas caídas en el precio de los commodities – las retenciones al comercio exterior representaban un 16,4% de la recaudación en la primera mitad de 2008 y una caída del 25% en el precio de los commodities conduciría a una caída en la recaudación de 1% del PBI. En todo caso, los mejoras en la recaudación podrían provenir de aumentos en la eficiencia recaudatoria y una simplificación del esquema tributario - que a la vez perfeccione los principios de eficiencia y equidad incluidos los del régimen de coparticipación federal.

En cualquier caso, la dinámica del ajuste requería la creación de un mayor espacio fiscal. Sin ello, el inevitable endurecimiento de la política monetaria se traduciría en tasas de interés insostenibles para los sectores productivos. Las mayores tasas contribuirían a morigerar la huida del dinero y  la vez promover el ahorro financiero; a su vez estarían asociadas al proceso de apreciación del tipo de cambio real que se observa en los procesos desinflacionarios – cuanto mayor el espacio fiscal, menor el aumento de tasas y menor la apreciación cambiaria. La apreciación es una parte integral de la estrategia de estabilización por cuanto contribuye a reducir la demanda por bienes domésticos; también permite compensar el impacto negativo sobre el salario real de los necesarios ajustes de tarifas de servicios públicos.
Es importante notar, que si bien la apreciación tiene un impacto sobre la competitividad, el país aún contaba con un tipo de cambio real multilateral (TCRM) competitivo. Según el índice de TCRM publicado por el BCRA, en el primer semestre de 2008 el mismo se hallaba un 11% más depreciado que el promedio de 2006 (y un 125% más depreciado que el promedio 1991-2001). Corrigiendo el TCRM por el desvío entre la inflación real y la oficial – estimando la brecha acumulada en 30% - el mismo estaba un 15%  más apreciado que en 2006 pero aún un 73% más depreciado que el promedio 1991-2001. (El TCRM está afectado negativamente por la reciente apreciación del dólar frente a las monedas de los demás países con que Argentina comercia – discutido abajo).

La estrategia de estabilización podría haber sido facilitada por la adopción de una política de metas de inflación gradualmente decrecientes lo cual suponía en cualquier caso mayor flexibilidad del tipo de cambio. Si bien la adopción de un tipo de cambio flotante podría facilitar una desinflación rápida, acarreaba el riesgo de una apreciación real fuerte con impacto negativo sobre el sector real de la economía. Hasta mediados de 2008 al menos lo prudente parecía ser que el banco central interviniese induciendo una tasa de depreciación nominal menor que la tasa de inflación contribuyendo a suavizar el impacto sobre la apreciación real.

En síntesis, antes de la agudización de la crisis financiera internacional (tras la caída del Banco Lehman Brothers), el país había tomado algunas decisiones en el sentido de atacar el problema inflacionario. No obstante, en ausencia de una visión y estrategia coherente de mediano y largo plazo la prognósis no era buena. La mejor opción era entonces una desaceleración gradual facilitada por moderación fiscal y monetaria, reformas estructurales para recomponer el clima de negocios (generando mayor confianza a la inversión) y permitir simultáneamente atender los desequilibrios fiscales- particularmente los subsidios derivados de la intervención del estado en la energía y el transporte.  Reformas institucionales en áreas diversas como INDEC y el régimen de coparticipación federal, las relaciones con acreedores y en general el marco regulatorio de infraestructura y la eliminación de impuestos distorsivos eran algunos de los elementos claves para mejorar el clima de negocios.  

Sin embargo, ante la agudización de la crisis global, y agravado por algunas decisiones domésticas, las condiciones de política económica cambiaron en forma drástica en pocos meses.

ii) Tras la crisis global, las condiciones externas e internas del país han cambiado radicalmente.

En la coyuntura actual, a los factores domésticos de contracción se suman los factores globales - la fuerte caída de precios de commodities, la desaceleración y estrechez financiera global, y el fortalecimiento del dólar internacionalmente (o su reverso, la devaluación de las monedas de importantes vecinos comerciales como Chile y Brasil).  En dicho contexto, existe margen para repensar algunas de las políticas que tan sólo unos meses atrás se veían como deseables.

Por un lado, existe más necesidad que antes de avanzar con reformas estructurales en los sectores de infraestructura. Ello incluye en particular reformas estructurales para encarar en forma más agresiva el tema de los crecientes subsidios y – crecientemente – el tema de los vencimientos de deuda propiamente.

Por otro lado, el aumento de la desconfianza y el enfriamiento brusco de la inversión, reduce las presiones inflacionarias y exige un ajuste fiscal más gradual y a una política monetaria menos restrictiva que en el escenario anterior.  Ello significa entre otras cosas monitorear la situación competitiva cambiaria con los socios regionales, cuidando a la vez la meta de una desinflación gradual. El margen para expansión fiscal está fuertemente acotado por la ausencia de crédito.   Tal vez la recesión sea inevitable pero no es lo mismo dos trimestres de recesion moderada que 3 o 4 años de estanflación.  genera una

Es en ese contexto que la crisis internacional, lejos de aislar al país de las consecuencias de la misma, parece haber castigado al país más que a los vecinos de la región igualmente afectados por la fuerte caída en el precio de los commodities.  En Septiembre y Octubre de 2008, mientras el riesgo país de Argentina pasó de            a     , el riesgo país de Brasil pasó de   a   , el de Chile de   a    y el de Uruguay de    a         .  En dicho comportamiento influye, además de la mala reputación en los mercados internacionales de capitales del país, la fuerte dependencia del superávit primario en las retenciones a la exportaciones (que ante la caída del precio internacional de commodities puede ocasionar caídas en la recaudación de entre 1 y 2% del PBI); y – más recientemente - la expropiación por el Estado de los activos previsionales y los derechos a seguir administrando los mismos por los fondos de pensiones privados. En el trasfondo está también la aún irresuelta crisis energética y los ingentes recursos del estado necesarios para  subsidiar la producción de energía y el transporte público.

iii) Agenda Compartida de Crecimiento

Más allá de la eficiencia, consistencia y/o efectividad de dichas medidas, sería deseable que el gobierno encare más sistemáticamente una estrategia consistente de estabilización y una estrategia para mejorar el clima de inversión que vuelva a generar expectativas de crecimiento sostenido. Esto permitiría reducir el costo del capital y estimular la inversión y de ese modo contrarrestar los factores de enfriamiento inherentes a la estabilización. Las medidas aisladas actuales no constituyen una masa crítica ni generan señales suficientes para revertir la tendencia del riesgo  soberano.
Conjuntamente con el plan de estabilización, el gobierno debería anunciar los principales elementos de una agenda de crecimiento – ello permitiría compensar con más inversión los efectos de corto plazo del plan de estabilización.

En primer lugar, los procesos de inversión y crecimiento sostenido van usualmente acompañados de procesos de integración económica y comercial. A la vez están asociados a iniciativas y políticas de innovación y de desregulación. En el caso particular de los sectores de infraestructura, un marco regulatorio transparente, pro-competitivo y predecible contribuiría a reducir las necesidades fiscales, a promover inversión en sectores críticos para el crecimiento sostenido, y a mejorar la eficiencia de los servicios.

En segundo lugar, el crecimiento sostenido requiere mercados de factores (capital y trabajo) eficientes y una estrategia para mejorar la igualdad de oportunidades. La eficiencia y profundidad de los mercados financieros exige regulaciones prudenciales, un ente regulador independiente, y un marco de supervisión que confieran estabilidad, seguridad jurídica y transparencia a los mercados. La flexibilidad en el mercado laboral, acompañada de regímenes de protección social mixtos - que a la vez aseguren la protección universal y los incentivos a aportar a regímenes contributivos - pueden contribuir a la movilidad laboral, al empleo formal y a elevar los retornos a la educación. La estrategia de inclusión y protección social debería considerar: programas integrados de salud, educación y vivienda; asistencia universal a través de transferencias condicionadas; programa de erradicación de pobreza extrema (siguiendo los ejemplos de los programas en Chile, Brasil y Méjico).

En tercer lugar, una agenda de crecimiento – especialmente en la Argentina - debería considerar mejoras al clima institucional. Esto último podría incluir las sigueintes áreas: otorgamiento de mayor autonomía y eficiacia a la justicia, organismos independientes y entes reguladores; mejorar la capacidad para evaluar políticas, programas de gasto, funcionarios e instituciones; y considerar planes para mejorar la eficiencia y equidad en las relaciones inter-provinciales.

(1) El autor es Doctor en Economía por la Universidad de Oxford. Fue economista líder del Banco Mundial y gerente de análisis financiero del BCRA.